Emile Durkheim (1858-1917).
Aunque para Durkheim, como para Comte, la Ilustración constituyó una influencia negativa, en ambos casos tuvo efectos positivos sobre su obra (por ejemplo, el interés por la ciencia y el reformismo social). Sin embargo, a Durkheim se le considera más propiamente el heredero de la tradición conservadora, especialmente tal y como se manifestaba en la obra de Comte. Pero mientras Comte se mantuvo apartado de los círculos académicos, Durkheim legitimó la sociología en Francia y su obra se convirtió en una fuerza dominante en el desarrollo de la sociología en general, y de la teoría sociológica en particular.
Durkheim era políticamente liberal, pero intelectualmente adoptó una postura más conservadora. Al igual que Comte y los contrarrevolucionarios católicos, Durkheim temía y odiaba el desorden social.
El móvil fundamental de su obra fueron los desórdenes que produjeron los cambios sociales generales analizados en la revolución social de Francia, así como otros muchos (como los conflictos laborales, el derrocamiento de la clase dominante, la discordia entre la iglesia y el estado y el nacimiento del antisemitismo político) más específicos de la Francia de Durkheim (Karady, 1983).
De hecho, gran parte de su obra está dedicada al estudio del orden social. Su opinión era que los desórdenes sociales no constituían una parte necesaria del mundo moderno y podían solucionarse mediante la introducción de reformas sociales. Mientras que Marx pensaba que los problemas del mundo moderno eran inherentes a la sociedad, Durkheim (junto con la mayoría de los teóricos clásicos) disentía de aquél. Por lo tanto, las ideas de Marx sobre la necesidad de la revolución social se oponían radicalmente con las del reformismo de Durkheim y otros. A medida que la teoría sociológica clásica se desarrollaba, lo que predominaba en ella era el interés durkheimiano por el orden y la reforma, mientras se eclipsaba la postura marxiana.
En dos libros publicados a finales del siglo XIX, Durkheim desarrolló una concepción distintiva del objeto de estudio de la sociología y pasó a su verificación en un estudio empírico.
En Las reglas del método sociológico (1895), Durkheim argüía que la tarea especial de la sociología era el estudio de lo que él denominaba hechos sociales. Concebía los hechos sociales como fuerzas (Takla y Pope, 1985) y estructuras externas al individuo y coercitivas.
El estudio de estas estructuras y fuerzas -por ejemplo, el derecho institucionalizado y las creencias morales compartidas- y su efecto en las personas se convirtió en la preocupación de muchos teóricos de la sociología posteriores (de Parsons, por ejemplo).
Durkheim no se contentó simplemente con definir el objeto de estudio de la sociología; quería también demostrar la utilidad de ese enfoque mediante la investigación sociológica. Escogió como tema el suicidio. En un libro titulado El suicidio (1897).
Durkheim razonaba que si se podía vincular un comportamiento individual como el suicidio con causas sociales (hechos sociales), ello supondría una prueba irrefutable de la importancia de la disciplina de la sociología.
Ahora bien, Durkheim no examinó por qué el individuo A o B se suicidaba; más bien se interesaba por las causas de las diferencias entre las tasas de suicidio de diferentes grupos, regiones, países y categorías de personas (por ejemplo, casados y solteros). Su argumento principal era que la naturaleza y los cambios de los hechos sociales explicaban las diferencias entre las tasas de suicidio.
Por ejemplo, la guerra o la depresión económica creaban probablemente un estado depresivo colectivo que, a su vez, elevaba las tasas de suicidio. Hay mucho más que decir sobre esta cuestión, pero lo que más nos interesa es el hecho de que Durkheim desarrollara una perspectiva distintiva de la sociología y se afanara por demostrar su utilidad en el estudio científico del suicidio.
En Las reglas del método sociológico, Durkheim distinguía entre dos tipos de hechos sociales: los materiales y los no materiales. Aunque analizó ambos tipos a lo largo de su obra, se centró más en los hechos sociales no materiales (por ejemplo, la cultura y las instituciones sociales) que en los hechos sociales materiales (por ejemplo, la burocracia y el derecho).
Su interés por los hechos sociales no materiales quedó manifiesto en su primera gran obra, La división del trabajo social (1893). Este trabajo se ocupaba del análisis comparado de aquello que mantenía unidas a las sociedades primitivas y modernas. Concluía que las sociedades primitivas se mantenían unidas fundamentalmente a través de hechos sociales no materiales, específicamente mediante una fuerte moral común o lo que él denominaba una “conciencia colectiva” intensa.
Sin embargo, debido a la complejidad de la sociedad moderna, se había producido un descenso en la intensidad de esa conciencia colectiva. El lazo fundamental de unión del mundo moderno era la intrincada división del trabajo que unía unas personas a otras mediante relaciones de dependencia.
Sin embargo, Durkheim percibió que la división moderna del trabajo producía diversas “patologías”; en otras palabras, era un método inadecuado para mantener a la sociedad unida. Conforme a su sociología conservadora, Durkheim no creía en la necesidad de la revolución para resolver estos problemas, y sugirió una diversidad de reformas que podían “arreglar” el sistema moderno y mantenerlo en funcionamiento. Aunque reconocía que era imposible regresar a los tiempos en los que predominaba una poderosa conciencia colectiva, creía que se podía reforzar la moral común en la sociedad moderna para ayudar a las personas a hacer frente a las patologías que experimentaban.
En sus últimas obras los hechos no materiales ocupan una posición más importante si cabe. De hecho, en su última gran obra -Las formas elementales de la vida religiosa (1912)- se embarcó en el análisis de la que tal vez sea la forma más esencial de un hecho no material: la religión.
En esa obra Durkheim examina la sociedad primitiva con el fin de encontrar las raíces de la religión. Creía más fácil encontrar esas raíces en la sociedad primitiva, más simple en términos comparados, que en el complejo mundo moderno.
Llegó a la conclusión de que la fuente de la religión era la sociedad per se. La sociedad era la que definía ciertas cosas como religiosas y otras como profanas. Específicamente, en el caso que estudió, el clan era la fuente de un tipo primitivo de religión, el totemismo, en el que se deificaba a plantas y animales. A su vez, el totemismo era considerado como un tipo específico de hecho social no material, una forma de conciencia colectiva. Al final, Durkheim llegó a manifestar que la sociedad y la religión eran fenómenos indistintos.
La religión era el modo en que la sociedad se expresaba a sí misma bajo la forma de un hecho social no material. En cierto sentido, pues, Durkheim deificó la sociedad y sus principales productos. Evidentemente, al deificar la sociedad, Durkheim había adoptado una postura altamente conservadora: nadie debería querer trastocar una deidad o su fuente societal. Como identificaba la sociedad con Dios, Durkheim desaconsejaba la revolución social. Al contrario, era un reformador social dedicado a buscar la manera de mejorar el funcionamiento de la sociedad. En estos y otros sentidos, Durkheim se alineaba claramente con la sociología conservadora francesa. El hecho de evitar muchos de sus excesos le convirtió en la figura más importante de la sociología francesa.
Estos libros y otras importantes obras contribuyeron a la constitución de un campo distintivo, propio de la sociología, en el mundo académico de la Francia de principios de siglo, a la vez que situaron a Durkheim a la cabeza del desarrollo de ese campo. En 1898 Durkheim fundó una revista especializada dedicada a la sociología, L'année sociologique (Besnard, 1983 b). Esta revista se convirtió en una fuerza muy influyente para el desarrollo y la difusión de las ideas sociológicas. El objetivo de Durkheim era impulsar el desarrollo de la sociología, por lo que utilizó su revista como un punto focal para el desarrollo de un grupo de discípulos. Estos extenderían sus ideas y las aplicarían a otras áreas y al estudio de otros aspectos del mundo social (por ejemplo, la sociología del derecho y la sociología de la ciudad) (Besnard, 1983a:1). Hacia 1910, Durkheim había logrado hacer de Francia un poderoso centro de la sociología, y en esta nación encontramos los orígenes de la institucionalización académica de la sociología. (Para el análisis de desarrollos más recientes en la sociología francesa, véase Lemert [1981]).
Herbert Spencer (1820-1903).
Para comprender las ideas de Spencer resulta útil compararlas y contrastarlas con la teoría comtiana. A Spencer se le suele estudiar junto a Comte debido a la influencia que ambos ejercieron en el desarrollo de la teoría sociológica, pero existen importantes diferencias entre ambos. Por ejemplo, es menos fácil calificar a Spencer de conservador que a Comte. De hecho, Spencer fue en su juventud políticamente liberal y durante toda su vida mantuvo algunas posiciones liberales. Sin embargo, también es cierto que con los años Spencer se hizo más conservador y que, como en el caso de Comte, su influencia básica era conservadora.
Una de sus posturas liberales, que coexistió no sin dificultad con su conservadurismo, era su aceptación de la doctrina del laissez-faire: pensaba que el estado no debía intervenir en los asuntos individuales, excepto en el caso de la muy pasiva función de la protección de las personas. Esto significaba que Spencer, a diferencia de Comte, no sentía interés por las reformas sociales; su deseo era que la vida social se desarrollara libre de todo control externo.
Esta diferencia hace que Spencer sea considerado un darwinista social (G. Jones, 1980). Como tal, sostenía la idea que el mundo mejoraba progresivamente. Por lo tanto, se le podía dejar que marchase por sí solo; una interferencia externa sólo podía empeorar la situación.
Spencer adoptó la idea de que las instituciones sociales, como las plantas y los animales, se adaptaban progresiva y positivamente a su entorno social. También aceptaba la creencia darwiniana de que el proceso de la selección natural de la “supervivencia del más apto” también se producía en el mundo social. (Es interesante saber que fue Spencer quien acuñó esta frase varios años antes de la aparición de la obra de Darwin sobre la selección natural). Es decir, libres de una intervención externa, las personas «aptas» podrían sobrevivir y multiplicarse mientras que los “no aptos” tenderían a extinguirse. Otra diferencia es que Spencer hacía hincapié en el individuo mientras Comte se centraba en unidades mayores como la familia.
Aunque existen importantes diferencias entre Comte y Spencer, las orientaciones que compartían o, al menos, la similar manera en que fueron interpretadas, demostraron siempre ser más importantes que sus diferencias para el desarrollo de la teoría sociológica.
Comte y Spencer compartían con Durkheim y otros el compromiso con una ciencia de la sociología, una perspectiva harto atractiva para los primeros teóricos. Otra influencia de la obra de Spencer, compartida tanto por Comte como por Durkheim, era su tendencia a pensar la sociedad como un organismo: Spencer se inspiró en la biología para dar forma a su perspectiva y a sus conceptos. Le interesaba la estructura general de la sociedad, la interrelación entre las partes de la sociedad, y las funciones que cada parte cumplía para las demás y para el sistema en su conjunto.
Y lo que es más importante, Spencer y Comte compartían una concepción evolucionista del desarrollo histórico, a pesar de que Spencer criticara la teoría de la evolución de Comte aduciendo varias razones. Rechazaba, específicamente, la ley de los tres estadios de Comte. Pensaba que Comte se había conformado con analizar la evolución en el reino de las ideas, en términos de su desarrollo intelectual. Spencer, sin embargo, se esforzó por desarrollar una teoría de la evolución del mundo real y material.
Aunque se reconoce a Spencer como un teórico de la evolución, su teoría es altamente compleja, adopta variadas formas, y a menudo es poco clara y ambigua (Haines, 1988; Perrin, I976). No obstante, es posible identificar al menos dos grandes perspectivas de la evolución en la obra de Spencer.
La primera de estas teorías hace referencia principalmente al tamaño creciente de la sociedad. La sociedad crece debido tanto a la multiplicación de los individuos como a la unión de los grupos (composición). El aumento del tamaño de la sociedad supone el crecimiento de las estructuras sociales y su mayor diferenciación, así como también el aumento de la diferenciación entre las funciones que realizan. Además del aumento del tamaño, las sociedades evolucionan a través de la composición, es decir mediante la unificación de más y más grupos adyacentes. Así, Spencer habla de un movimiento evolucionista desde las sociedades más simples a las compuestas, las doblemente compuestas, y las triplemente compuestas.
Spencer también nos ofrece una teoría de la evolución desde las sociedades militares a las sociedades industriales. Las sociedades militares, más antiguas, se caracterizaban por estar estructuradas para afrontar un estado de guerra ofensivo y defensivo.
Aunque Spencer contemplaba con ojos críticos el estado de guerra, pensaba que, en un primer estadio, era funcional para mantener unidas las sociedades (a través, por ejemplo, de la conquista militar) y crear los grandes agregados de personas que requería el desarrollo de la sociedad industrial.
Sin embargo, con el nacimiento de la sociedad industrial, ese estado de guerra deja de ser funcional e impide el avance del proceso de evolución. La sociedad industrial se basa en la amistad, el altruismo, la especialización, en el reconocimiento de los logros de las personas y no de sus características innatas, y en la cooperación voluntaria entre individuos altamente disciplinados. Esta sociedad se mantiene unida mediante relaciones contractuales voluntarias y, lo que resulta más importante aún, mediante una fuerte moral común. El papel del gobierno se limita a lo que las personas no deben hacer.
Obviamente, las modernas sociedades industriales tienen menos propensión a la guerra que sus predecesoras militares. Aunque Spencer afirma que existe una evolución general en la dirección que llevan las sociedades industriales, también reconoce que es posible que haya regresiones periódicas hacia el estado de guerra y las sociedades más militares.
En sus escritos sobre ética y politica Spencer nos ofrece otras ideas sobre la evolución de la sociedad. Por una parte, considera que la sociedad progresa hacia un estado moral ideal o perfecto. Por otra, manifiesta que las sociedades más aptas sobrevivirán mientras se dejará morir a las sociedades no aptas. El resultado de este proceso es un aumento progresivo de la adaptación al mundo en su conjunto.
Así, Spencer ofreció un conjunto rico y variado de ideas sobre la evolución social. Como veremos, al principio sus ideas disfrutaron de un gran éxito, más tarde fueron rechazadas durante años, y recientemente han vuelto a ser aceptadas con el nacimiento de las nuevas teorías sociológicas de la evolución (Buttel, 1990).
La reacción contra Spencer en Gran Bretaña. A pesar de su énfasis en el individuo, Spencer fue más famoso por su gran teoría de la evolución social. Con ella se enfrentaba a la sociología que le había precedido en Gran Bretaña. Sin embargo, la reacción contra Spencer se basaba más en la amenaza que planteaba su idea de la supervivencia del más. Aunque más tarde Spencer repudió algunas de sus ideas más ofensivas, se reafirmó en su filosofía de la supervivencia del más apto y se mantuvo en contra de la intervención del gobierno y la reforma social. Así se expresaba:
Promover la haraganería a expensas del bien constituye una crueldad extrema. Supone un fomento deliberado de la miseria para las futuras generaciones. No hay mayor azote para la posteridad que legarles una población cada vez mayor de imbéciles, ociosos y criminales... La naturaleza se esfuerza enormemente por hacerles desaparecer, por limpiar de ellos el mundo, y por dejar espacio para los mejores... Si no son suficientemente capaces de vivir, mueren, y es mejor que así sea. (Spencer, citado en Abrams, 1968: 74)
Estos sentimientos se oponían claramente a la orientación de los sociólogos-reformadores británicos.
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