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sábado, 17 de septiembre de 2011

Violencia Intrafamiliar



Violencia Intrafamiliar

Violencia es “... el uso de la fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de
un individuo o grupo de individuos algo que no quiere consentir libremente ...”
(Jean Marie Domenach) [1]

 

1. Concepción etiológica de la violencia intrafamiliar

En términos generales la violencia es un problema social que se ha venido reflejando desde la antigüedad. Afecta las relaciones interpersonales de los individuos, se utiliza como un instrumento para obtener en beneficio propio los intereses y valores que prevalecen en cada comunidad. El ejercicio del poder, la utilización de la fuerza física, psíquica o económica se ha canalizado con la finalidad de controlar y manipular el desarrollo de las actividades de los demás, buscando siempre un provecho individual o a favor de un grupo determinado. Se puede afirmar que la violencia constituye en la mayoría de casos, una forma de ejercer el poder, para controlar, manipular y someter a los más débiles mediante la utilización de la fuerza.
            La familia es un sistema social, en la cual se aprehenden los patrones socio culturales que influirán en el desarrollo de sus miembros. Como institución, ha sido igualmente afectada por las distintas formas de violencia social que a lo largo de la historia se han desarrollado. Cuando las agresiones se hacen presentes en las relaciones familiares se constituye el fenómeno conocido como violencia familiar o doméstica[2]. La familia pasa de ser una estructura de protección mutua a una de represión, en la que se pone en riesgo la integridad física, moral, sexual y psicológica de las personas unidas por un lazo de consanguinidad y/o afinidad.
            Existen una serie de limitantes que obstaculizan la comprensión de la dimensión que este problema representa, la diferencia jerárquica que se mantiene en la relación, la falta de medios probatorios, agudizado en aquellos casos en que la persona agredida pretende “retirar” la denuncia interpuesta en contra de su agresor por temor a las represalias que éste puede tomar, la ruptura de la relación familiar que conllevará el inicio del proceso y la dependencia emocional o económica que somete a la victima ha mantener esa relación dañina, han llevado a desarrollar cierta tolerancia al golpe, para  invisibilizar las consecuencias negativas que se crean en el grupo familiar.
La relevancia del fenómeno ha superado la dimensión privada, en virtud que las acciones agresivas están afectando un número significativo de familias. Los fenómenos violentos se desarrollan independientemente del sector de la sociedad en el que se desenvuelvan las  familias, del grado de educación de sus miembros o de la posición económica que mantengan, es un verdadero problema social y un obstáculo para el normal desarrollo bio - psico – social de las personas. Razón por la cual el Estado como garante del respeto a la vida privada y familiar debe intervenir en el control legítimo de los abusos de poder que se desarrollan en el ámbito privado de las familias, a fin de salvaguardar los derechos fundamentales de la persona agredida y de los demás miembros del núcleo familiar.
Las causas que inciden en la violencia doméstica son multifactoriales, algunas corresponden a aspectos meramente personales, y otras a circunstancias de tipo estructural; pretender establecer el fenómeno como resultado de una causa determinada, significaría limitar la visión generalizada que se debe tener sobre la magnitud de perjuicios que se ocasionan con las acciones cometidas. Entre los estresores que mayor influencia tienen en la dinámica familiar y que la investigación social ha evidenciado como factores de riesgo más evidentes son las dificultades económicas derivadas de la pobreza, la falta de empleo y de recursos económicos suficientes para solventar las necesidades básicas. Además se reconocen otras circunstancias como el cuidado de enfermos crónicos o de disminuidos físicos, psíquicos o sensoriales, particularmente cuando se carece de servicio de apoyo externo[3].
Para comprender el origen de la violencia intrafamiliar, se han realizado una serie de análisis centrados en el proceso de socialización de las personas que se enfrentan ante una comunidad estructuralmente violenta, en la que se han impuesto históricamente a los hombres y a las mujeres desigualdades de derechos y deberes, basados en las diferencias de género y en la falta de efectividad que poseen las sanciones que se imponen a los que practican acciones en contra del bienestar familiar.
 Las causas de la violencia doméstica están determinadas por los siguientes modelos:

1.1      Modelo Psiquiátrico
Según este modelo, las acciones agresivas están determinadas por características personales del autor. La conducta puede estar patológicamente afectada por enfermedades psíquicas, por desordenes en la personalidad o por la dependencia de sustancias fármaco dependientes.
Al respecto, podemos afirmar que la reducción del problema de violencia en el hogar a circunstancias meramente patológicas en la conducta del agresor, constituye una limitante significativa, pues, solamente se reconocen deficiencias individuales, dejándose a un lado las influencias que el  medio social impone en el desarrollo de las personas. Además, no todos los agresores sufren de alguna psico-patología, en la mayoría de casos las condiciones mentales de los involucrados son normales.
Se debe diferenciar entre la existencia de rasgos agresivos en la personalidad del autor y la influencia que el consumo de sustancias fármaco – dependientes provoca en el comportamiento de las personas.  Difícilmente podría constituir como causa directa de acciones violentas el uso de alcohol o cualquier otro tipo de drogas, puede ser utilizado como un instrumento para la desinhibición conductual. De hecho la responsabilidad de la violencia doméstica al consumo de alcohol y/o estupefacientes constituye una eximente a la que recurren las personas violentas y tiende a convertirse en una licencia para pegar, amparada en parte también en representaciones sociales que fundamentan este tipo de percepciones[4].
Se hace hincapié, que el consumo de cualquier tipo de estupefacientes o de alcohol es utilizado como una justificación del comportamiento agresivo que las personas exteriorizan, liberándolos de las limitaciones sociales acerca de la utilización de medios agresivos en el ámbito de relaciones interpersonales, pero no debe ser considerado como una causa directa de ese tipo de acciones.

1.2      Modelo Psico Social
De conformidad a este modelo, las causas generadoras de la violencia están influenciadas por valores internos y externos, incluye varios esquemas teóricos entre los que tenemos [5]:
A)  Teoría de la provocación., ante las acciones provocativas que la otra persona realiza, la agresión constituye una reacción, consciente o no. Se encuentran actitudes de desprecio, agresiones verbales, negativas a la sumisión exigida, gestos, mímicas, en fin una serie de actitudes que conducen al estadillo de violencia.
B)   Teoría del modelo agresivo. El sujeto desarrolla una actitud violenta como un medio para que la víctima se someta a su voluntad. Puede desarrollar la conducta agresiva de dos maneras distintas: a) Aquella  adquirida como resultado de la agresión que la persona sufrió en su hogar, y b) la actitud aprehendida por medio de la observación de acciones agresivas, imita las conductas desviadas para obtener los resultados deseados.
El primer tipo de aprendizaje es adquirido de la experiencia personal, por haber sido sometido durante su niñez a fuertes castigos corporales y psicológicos, percibiendo que es esa la forma en que las personas imponen su voluntad, por lo que en el futuro podrían continuar utilizando esos medios para mantener el dominio, en situaciones semejantes.
En el segundo, la persona imita el modelo agresivo para dominar la relación, el modelo de conducta puede ser resultado de la observación de acciones violentas en el seno de su hogar (producidas en su contra o en perjuicio de otra persona) , en las relaciones de amigos, en lo observado en los programas de  televisión o en el medio en que el sujeto se desarrolla. Es decir su desviación conductual está marcada por una amplia experiencia personal.
En relación a este modelo, debemos valorar  que, si bien es cierto, la violencia puede responder a un instinto natural de las personas ante la tensión que constantemente se va acumulando por los diversos estímulos enfrentados día a día, se debe evitar la reducción de la complejidad que conllevan los hechos de violencia familiar, a una reacción biológica como resultado de las provocaciones que realiza la víctima. Tampoco procede inferir que los abusos cometidos sean consecuencia únicamente de las experiencias personales que ha vivido en su niñez el agresor o como  resultado de la imitación de un modelo de dominación para mantener su posición jerárquica a través del abuso de poder .

1.3      Modelo Socio Cultural[6]
Los seguidores de este modelo sostienen, que la violencia intrafamiliar es una manifestación de la violencia general que se vive por la desigualdad socio cultural que impera en la sociedad. Se  origina por las diferencias de género que se han establecido y por la pertenencia  a sectores de escasos recursos en los que se desenvuelven los sujetos. Este modelo reconoce dentro de las causas que originan las acciones agresivas las siguientes:
a)                   Teoría de los recursos. La violencia se convierte en un instrumento para mantener el rol de liderazgo que la persona a través de diversos recursos, como la capacidad económica, el prestigio, respeto, autoridad u otras, ha adquirido para mantener a la víctima en un modelo de dominación que socialmente se ha enfocado por las diferencias de edad o sexo, y que han sido utilizadas en favor del agresor. Esta posición de superioridad es respaldada por las costumbres, leyes, normas convencionales que reafirman las relaciones jerárquicas.
b)                   Teoría del ejercicio del poder. La agresión es consecuencia del ejercicio de poder que una de las partes mantiene sobre los demás, se generan mayores acciones violentas cuando se cuestiona la legitimidad de dicho poder, por lo que ese tipo de conductas se ejercen en la medida en que se opone resistencia a esa forma de  sometimiento.
c)                   La violencia masculina caracterizada por su posición social en el patriarcado. La violencia junto a otras formas de abuso de poder son consideradas como mecanismos para mantener a las mujeres en una situación de subordinación. Esta teoría es la que ampara los movimientos feministas radicales que pretenden minimizar la violencia en el hogar, considerándola exclusivamente como un mecanismo de control del hombre sobre la mujer.
d)                   La violencia estructural en la sociedad. Significa que  las relaciones interpersonales pueden verse afectadas por acciones violentas, como consecuencia de las frustraciones provocadas por el estrés estructural que se desarrolla en los sujetos al no poder satisfacer sus necesidades e intereses, descargando su tensión en las relaciones familiares.
e)                   La violencia como aspecto negativo de los lazos de intimidad que impera en las relaciones domésticas. Por las características especiales de las relaciones familiares es que se ven sometidas a conductas indeseables que obstaculizan un trato igualitario entre sus miembros y que pone en riesgo la integridad y el desarrollo humano de los mismos, pues por el compromiso afectivo y emocional que impera en las relaciones internas lo dota de mayor vulnerabilidad.
 En el normal desarrollo de las relaciones familiares se toleran situaciones que constituyen una forma inofensiva de corregir o modificar los aspectos conductuales indeseados, por ser contrarios al modelo culturalmente impuesto. Hay ocasiones en que la corrección tolerada se vuelve abusiva, como ejemplo, los castigos que se permiten para corregir la conducta de los menores de edad, que atentan contra la integridad física o psicológica.
 Consideramos que el análisis de los factores considerados por el modelo socio cultural debe realizarse en forma conjunta, pues individualmente cada factor puede influir en la comisión  de acciones desviadas, pero ninguno por si mismo, puede llegar a explicar en su totalidad la gravedad del fenómeno.

1.4      Modelo Ecológico[7]
Este modelo está compuesto por diferentes niveles de análisis, es necesario considerar los contextos sociales (macrosistema, exosistema y microsistema) en que se desarrollan las relaciones interpersonales  y el nivel individual en el que se desenvuelve la persona. Por la complejidad de la temática, para comprender la violencia doméstica, sin tener que aislarla o limitarla a una causa específica - sea de naturaleza biológica o estructural -, se deben considerar la realidad personal, familiar, social y cultural  de cada uno de los involucrados.
El nivel individual está compuesto por cuatro dimensiones psicológicas consistentes en:
a)    Dimensión cognitiva. La forma en que se percibe y conceptualiza el mundo constituye un paradigma, así el agresor sostiene una percepción rígida, con ideas cerradas que no pueden ser revisadas, cree que la conducta de la víctima es provocadora y no sabe manejar  sus sensaciones y sentimientos. Por su parte la víctima desconoce una solución eficaz ante el abuso de poder que constantemente le imponen, puede llegar a dudar incluso de sus capacidades para sobrellevar la situación y liberarse de ella.
b)   Dimensión conductual. Incluye los comportamientos que una persona ejecuta al relacionarse con el mundo exterior. El agresor puede presentar una conducta desasociada, es decir que en las relaciones que mantiene en el ámbito laboral, educativo, recreativo, religioso, evita reflejar actitudes que muestren algún grado de  agresividad; sin embargo, en la esfera de sus relaciones privadas desarrolla una conducta amenazante y agresiva en perjuicio de su familia. La persona que está siendo sujeta a constantes abusos mantiene ante los demás una conducta sigilosa para impedir que se den cuenta de su situación y ante el agresor adopta una conducta pasiva para evitar reacciones en su contra.
c)    Dimensión interaccional.  La conducta agresiva no es constante, sino  cíclica, existen períodos de violencia y otros de calma, lo que pretende el agresor es mantener  el control y liderazgo de la relación.
d)   Dimensión psico-dinámica. Las pautas de resolución de conflictos que la persona agresora ha adoptado se reducen a las explosiones de violencia, con el único fin de solucionar  cualquier tipo de situación que de alguna u otra manera le produzca tensión. Además, la conducta está caracterizada por la falta de expresión de sentimientos y sensaciones, trata de controlar el miedo, la tristeza, el dolor, el amor, etc. La víctima desarrolla sentimientos de indefensión, impotencia, ausentismo y crea una necesidad de dependencia emocional frente al agresor.
Los factores externos han sido igualmente analizados y están compuestos por los niveles siguientes:
Nivel del macrosistema. Parte del contexto más amplio de la sociedad; a través del cual, se ha institucionalizado “La Sociedad Patriarcal”, se le confirió mayor poder al hombre y al padre de familia, a fin que pudieran dirigir las relaciones interpersonales a través de un modelo de familia vertical, en la que la figura masculina está ubicada en el extremo superior y por debajo de la misma se encuentran la mujer, los hijos y los adultos mayores. Además justifica la creación de los roles, derechos, estereotipos y responsabilidades que cada miembro del hogar deberá asumir por la posición que juega, los que se transmitirán de generación en generación. Y ante cualquier tipo de contrariedad o insatisfacción en el cumplimiento de esas conductas generacionales se deberá acudir al uso de la fuerza para mantener las relaciones de sometimiento y desigualdad.
Nivel del exosistema. La intervención de las comunidades más próximas al individuo, mediatizan la sumisión de los valores y creencias que se han originado en una sociedad determinada. Cuando las instituciones educativas, laborales, religiosas, los medios de comunicación etc., reproducen los modelos de poder socialmente impuestos, crean una “Legitimación Institucional” de las conductas agresivas.
Nivel del microsistema. La familia constituye la manifestación básica de este nivel, está determinado por los elementos estructurales que deben regir la convivencia familiar, por los patrones de interacción familiar y por las historias personales de cada uno de sus miembros. En consecuencia se requiere el análisis del comportamiento que tanto el agresor como la víctima ejecutan en las relaciones internas y externas, a fin de encontrar si éstos han sido previamente sometidos a relaciones caracterizadas por abusos de poder.
En algunos casos, las personas sometidas a violencia en sus familias de origen tienden a mantener esas acciones negativas en sus posteriores relaciones interpersonales. Los agredidos se comportan indefensamente, porque ya han estado involucrados en  otras situaciones semejantes. Tanto agresor como víctima han internalizado que las conductas que desarrollan se enmarcan en el contexto de lo normal, dificultándoseles el reconocimiento del problema. Existen situaciones en que las personas reproducen conductas agresivas aunque en sus relaciones familiares anteriores hayan tenido un desarrollo afectivo y emocional sin violencia, correspondiendo a otras circunstancias que determinan la práctica de esas conductas. Asimismo, el haber sido sometido a relaciones familiares previas en las que se desarrollaran marcos violentos, no produce directamente el uso de la fuerza para el mantenimiento de su posición.
Para presentar en forma gráfica los diversos componentes del modelo ecológico se expone el esquema siguiente[8]:

Macrosistema:
  Creencias y valores culturales acerca de: 
Mujer
Hombre
Niños
Familia

Concepción acerca del poder y la obediencia
Concepto de roles familiares, derechos y responsabilidades
Exosistema:
Legitimación institucional de la violencia

Modelos violentos (medios de comunicación)

Victimización secundaria

Escasez de Apoyo institucional para la víctima

Impunidad de los agresores

Reconocimiento de factores de riesgo:
Desempleo
Alcoholismo
Aislamiento
Microsistema:
Historia personal anterior

Aprendizaje de resolución violenta de conflictos

Autoritarismo en las relaciones familiares

Baja autoestima

Aislamiento


Consideramos necesario que a través de la capacitación judicial se difundan los modelos doctrinarios sobre la concepción etiológica de la Violencia Intrafamiliar, a fin que los operadores judiciales posean mayores herramientas para comprender las actitudes que tanto agresor como agredida puedan manifestar en las relaciones familiares. Además, dicho análisis debe ir acompañado del examen conjunto sobre la multicausalidad de factores que directa o indirectamente influyen  en el problema,  las características del medio social en que se desarrollan este tipo de relaciones y la complejidad de los hechos, para brindar un tratamiento adecuado a los  casos sometidos al conocimiento de la jurisdicción ordinaria.
a.     

2. Conceptualización de la violencia familiar

La violencia puede manifestarse como una agresión o como un castigo.  Como una agresión, genera peleas entre los involucrados al confrontarse los intereses que cada uno pretende satisfacer, posteriormente sigue una etapa de control. Como castigo,  el agresor se aprovecha de la desigualdad que existe en la relación que tienen con la víctima y ejecuta maltratos para reafirmar su dominación.
La Organización Mundial de la Salud define la violencia como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del  desarrollo o privaciones” [9]. La definición comprende la violencia interpersonal, el comportamiento suicida (violencia contra uno mismo) y los conflictos armados (violencia colectiva). La violencia interpersonal se divide en dos subcategorías: violencia intrafamiliar o de pareja y violencia comunitaria. El primer grupo abarca formas de violencia como el maltrato de los niños, la violencia contra la pareja y el maltrato de los ancianos.
En cuanto al alcance del término violencia familiar se deben considerar las formas de subordinación que se desarrollan dentro del ámbito familiar, analizando las acciones u omisiones que atenten contra la integridad personal de cualquier miembro de la familia, así como el grado de dependencia emocional o las diferencias basadas en el sexo o edad de las víctimas, para así determinar si los hechos son constitutivos o no de violencia doméstica.
            Según el doctrinario Jorge Corsi, la violencia intrafamiliar se refiere a: “... las distintas formas de relación abusiva que caracterizan de modo permanente o cíclico al vínculo intrafamiliar ...” [10].
            En ese sentido, también debe entenderse por violencia en el hogar: “... toda acción u omisión física, psíquica o sexual practicada sobre los miembros más débiles de una comunidad familiar, fundamentalmente las ejercidas sobre los menores, mujeres y ancianos, así, como las derivadas de la ruptura de la convivencia o relación afectiva, que cause daño físico, psicológico o maltrato sin lesión” [11].
            El tenor literal del artículo 3 de la Ley contra la Violencia Intrafamiliar, define a la violencia familiar como: “… cualquier acción u omisión, directa o indirecta que cause daño, sufrimiento físico, sexual, psicológico o muerte a las personas integrantes de la familia”. Respecto a las definiciones legales, se debe tener en cuenta que los conceptos que se incluyen están determinados por el sentido que representa la problemática social en el momento en que se desarrolla la ley, así como la sanción de la norma y la finalidad que se persigue con la misma[12].
Los elementos comunes que surgen de las concepciones analizadas son:
- Que constituyen abusos de poder, todas las acciones u omisiones que ocasionen un sufrimiento físico, sexual o psicológico, así como las amenazas de tales actos, la coerción o las privaciones arbitrarias de libertad, que se realicen en la vida pública o privada de las personas que se encuentran unidas por una relación afectiva con el agresor.
 - Que entre agresor y víctima existe una relación íntima y afectiva, estando unidos por lazos de consanguinidad o afinidad.
 - Los agresores generalmente mantienen una relación de dominación frente a la víctima, basados en  la posición de poder que les ha sido asignada por el rol individual que desarrolla en la sociedad. Los agredidos se ven sometidos por las diferencias que surgen de la edad, el  sexo u otros aspectos que le provocan indefensión.
En conclusión el maltrato familiar puede afectar a los adultos, si se desarrollan las agresiones en las relaciones conyugales o en perjuicio de los adultos mayores y a los menores de edad.

       2.1 Formas de violencia

Las agresiones domésticas se exteriorizan como un maltrato activo, al hacer uso de la fuerza física, sexual o psicológica; pasivo, por la omisión de cumplir con las obligaciones que por su posición dentro de la relación familiar son determinantes para el desarrollo de los demás.
 Las tres formas principales de violencia que generalmente afectan las relaciones familiares son:[13]
a)   Violencia Física: Entendida como aquella que se ejerce mediante empujones, empellones, tirones de pelo, bofetadas, patadas, quemaduras, mordeduras, estrangulamientos, puñaladas, mutilación genital, tortura y asesinato. Puede ser cotidiana cuando se manifiesta frecuentemente o cíclica, si existen períodos de agresión seguidos de tranquilidad.
b)   Violencia Sexual: cualquier actividad sexual no consentida; chistes y bromas sexuales, miradas fijas irascibles, comentarios desagradables, exhibicionismo, llamadas telefónicas ofensivas, propuestas sexuales indeseadas, participación forzada en pornografía, tocamientos indeseados, relación sexual obligada, violación, incesto, todo dirigido a la ejecución de actos sexuales que la mujer considera dolorosos o humillantes, embarazo forzado, tráfico y explotación en la industria del sexo.
c)   Violencia Psicológica: son los actos o conductas intencionadas que producen desvaloraciones, sufrimientos o agresión psíquica a través de chistes, bromas, comentarios, amenazas, aislamiento, desprecio, intimidación e insultos en público, con la finalidad de producir desequilibrios emocionales.
La Ley contra la Violencia Intrafamiliar va más allá, regulando además de los tipos de agresión mencionadas, otra forma de sometimiento consistente en:
- Violencia económica, la cual comprende una afectación en el cumplimiento de las necesidades de subsistencia familiar, puede efectuarse a  través de la sustracción, destrucción, retención o apropiación de bienes u objetos; así como la creación de desigualdad en el acceso a los recursos compartidos, por ejemplo negar el acceso al dinero, impedir que se obtenga un puesto de trabajo o que se realicen estudios académicos para desarrollarse profesionalmente, o negar derechos relativos con la propiedad.
Doctrinariamente también se regulan otros tipos de agresiones entre las que tenemos[14]:
- Violencia estructural: se relaciona con la violencia económica, que limita la realización de los derechos básicos. Estos obstáculos se reproducen diariamente, por ejemplo, las diferencias de poder y las relaciones estructurales que generan y legitiman la desigualdad.
            - Violencia espiritual: consiste en menoscabar y destruir las creencias culturales o religiosas de una mujer a través del ridículo y del castigo, o el obligar a alguien que acepte un sistema determinado de creencias.
            - Crímenes por defensa del honor: representa el asesinato de mujeres jóvenes, por el incumplimiento del comportamiento femenino que socialmente se espera realicen, considerándose su actuar como una deshonra familiar.
            - Abusos rituales: es la utilización de las formas de agresión antes descritas, con la finalidad de celebrar ceremonias o actividades que conllevan una finalidad religiosa.

       2.2 Diversas manifestaciones de la violencia familiar
            Las distintas manifestaciones de la violencia producen una diferenciación en la comprensión de cada tipo, las causas, los efectos y el tratamiento se adecuara a cada tipo de afectación que se ocasione. En razón de la edad puede producirse la violencia entre adultos, afectando el  ámbito conyugal o a los adultos mayores y la que se ocasiona en contra de menores de edad.  Para una mayor comprensión de las diferencias que existen en cada una de las manifestaciones de la violencia familiar, tenemos que analizar el ciclo en que se desarrolla cada una de las manifestaciones .

2.2.1        Violencia de pareja o conyugal

En las relaciones conyugales se desarrolla un tipo de violencia cíclica marcada por tres fases, las cuales consisten en[15] :
A)   Fase de acumulación de tensión. En el desarrollo de la relación se van ocasionando una serie de episodios que por si mismos no son significativos, pero que van creando en la pareja ansiedad por dominar la relación, queriendo someter las acciones del otro. El agresor cree que actúa legítimamente al incrementar la opresión, los celos y la posesión. La víctima niega el problema.
B)   Episodio agudo. Se vive un descontrol por la acumulación de tensión que poco a poco se ha venido desarrollando, hasta el punto de explotar en la comisión de acciones violentas que pueden constituir desde un empujón hasta el menoscabo de la integridad de la otra persona. La víctima se muestra sorprendida y no comprende las razones por la cuales se manifiesta la violencia.
C)   Calma amante o luna de miel. El agresor se arrepiente de los hechos  y trata de reconciliarse con la víctima mediante promesas que nunca se volverán a repetir esas acciones y realiza numerosas manifestaciones cariñosas. Por su parte la persona afectada cree en el arrepentimiento y acepta continuar con la relación.
Cada vez que uno de los miembros de la relación de pareja incumple con los estereotipos y funciones que la sociedad les ha asignado,  reaparecen los episodios de acumulación de tensión y se dan las condiciones del ciclo descrito. En todo el mundo los hechos desencadenantes de la violencia son muy similares en las relaciones en que existe maltrato: la desobediencia o las discusiones con la pareja masculina, preguntarle acerca del dinero o de sus amistades femeninas, no tener la comida preparada a tiempo, no cuidar satisfactoriamente de los niños o de la casa, negarse a mantener relaciones sexuales, y la sospecha del varón de que la mujer le es infiel.[16]
 La violencia se ejerce en forma gradual, conforme se van desarrollando distintos actos violentos, la gravedad de los mismos se va incrementando. Las personas sometidas a este tipo de abusos, presentan un debilitamiento en sus defensas físicas y psicológicas que conllevan a desmejoras en su salud por el padecimiento de depresión, aislamiento, lesiones, etc.
Por los distintos roles que socialmente se les han asignado a los hombres y mujeres se tiene conocimiento que históricamente las más afectadas han sido las  mujeres, pues por su posición en la sociedad (desempleo, poca preparación académica, pobreza...), por la dependencia emocional y económica que la sujeta a su cónyuge o compañero de vida, por el tipo de hombre con el que mantiene la relación afectiva (dependientes, impulsivos, celosos) o por la conducta que ella externaliza  la convierten en el blanco perfecto para este tipo de agresiones.
Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud (2002), la violencia de pareja es soportada en proporción abrumadora por las mujeres e infligida por los hombres. En 48 encuestas de base poblacional realizadas en todo el mundo, entre el 10% y el 69% de las mujeres indicaron haber sido objeto de agresiones físicas por parte de una pareja masculina en algún momento de sus vidas. En ese mismo sentido, en el Informe de Consolidación de los Juzgados de Paz, correspondiente al 2002 llevado en la Corte Suprema de Justicia consta que en la mayoría de procesos diligenciados conforme a la Ley Contra la Violencia Intrafamiliar, prevalece mayor afectación en contra de las mujeres, pues las victimas del sector femenino fueron en total 5,662 y las del sector masculino solamente 832; asimismo, los agresores masculinos fueron  5,209 y las agresoras 1005.
El ambiente familiar es solo uno de los escenarios en donde se realizan maltratos en contra de la mujer, hay ocasiones en que muchas mujeres son sometidas a acciones violentas en el inicio de una relación conyugal, siendo víctima de abusos en la relación de noviazgo o de convivencia, y otras veces el maltrato no finaliza con la ruptura de la relación marital sino que se mantiene por más tiempo.
Por el grado de afectación que se produce y por la intensidad en las diversas formas en que se somete a la mujer, se ha señalado el síndrome de la mujer maltratada, entendido como: “... el conjunto de lesiones físicas y psíquicas resultantes de las agresiones repetidas llevadas a cabo por el hombre sobre su cónyuge o mujer a la que estuviese o haya estado unido por análogas relaciones de afectividad...” [17].
Las agresiones que se producen como consecuencia de este síndrome deben estar caracterizadas por tres elementos: a) El agresor. Es alguien que mantiene o ha mantenido una relación de afectividad con la mujer, no se requiere la presencia de ningún trastorno en la personalidad ni el padecimiento de alguna enfermedad mental que caracterice su actuación. Las acciones violentas se derivan de la necesidad de mantener su posición de dominio en la familia y por tratar de neutralizar la dependencia de la víctima, a través del sometimiento de sus acciones. b) La víctima. Erróneamente se ha afirmado que la mujer ha tolerado la violencia por el vínculo afectivo que la une a su agresor, por la estabilidad económica que representa la relación y porque en el fondo presenta una actitud masoquista; al respecto es pertinente expresar que actualmente se han desacreditado clínicamente esas teorías basadas en que la mayoría de víctimas expresan amor por sus agresores y que las situaciones están condicionadas por las conductas provocadoras que ellas practican[18]. c) Contexto socio cultural.  Como ya se argumentó, la violencia se convierte en un mecanismo de control social, para mantener la posición de superioridad de los hombres. La conducta violenta se va transmitiendo de generación en generación, justificando el uso de la fuerza para someter a las mujeres a los patrones culturales que se han creado, invisibilizándose los daños físicos, psíquicos y sexuales que se ocasionan.


[1]  Citado en Medina, Graciela. “Visión Jurisprudencial de la violencia familiar”. Rubinzal – Culzoni Editores, Buenos Aires, 2002, p. 11.
[2] Debe aclararse en este sentido que por constituir el término doméstica, el lugar o espacio físico en donde se desarrollan las relaciones familiares, algunos autores opinan que es más conveniente utilizar el concepto de violencia familiar, por ser más amplio e incluye las agresiones que se manifiestan fuera del hogar.
[3] Meil Landwerlin, Gerardo. La violencia doméstica en el contexto del cambio familiar. Una perspectiva sociológica”. En la violencia en el ámbito familiar. Aspectos sociológicos y jurídicos. Cuadernos de Derecho Judicial. Consejo General del Poder Judicial. Madrid, 2001, p. 93.
[4]  Meil Landwerlin, Gerardo. Ob. Cit., p. 92.
[5] Grosman P., Cecilia, y otros. “Violencia en la familia”. Editorial Universidad, 2ª. Edición, Buenos Aires, 1992,  Págs. 33 y s.
[6] Grosman P., Cecilia, y otros. Ob. Cit., Págs. 37 y s.
[7] Corsi, Jorge (compilador). “Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social”.  Editorial Paidos, 1ª. Edición, Buenos Aires, Argentina, 1994, Págs. 49 y s.
[8] Corsi, Jorge (compilador). Ob. Cit., p. 53.
[9]Organización Panamericana de la Salud. “Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen”. Washington, D. C.,  Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud, 2002, p. 5.
[10] Corsi, Jorge (compilador). Ob. Cit., p. 31.
[11] Ganzenmuller Roig, Carlos y otros. “La violencia doméstica”. Editorial Bosch, Barcelona, 1ª Edición, 1999, Págs. 14 y 15.
[12] Medina, Graciela. Ob. Cit.,   p. 14.
[13] Consta en el informe de consolidación de los Juzgados de Paz de la Corte Suprema de Justicia, que en el 2002 se conocieron 2482 casos de denuncias contra violencia psicológica; 768 de violencia física; 84 de violencia sexual; 2945 de violencia física y psicológica; y 268 denuncias por los tres tipos de violencia física, psicológica y sexual.
[14] Medina, Graciela. Ob. Cit.,  Págs. 42 y s.
[15] Grosman, Cecilia P., y otros,  Ob. Cit., Págs. 69 y s.
[16] “Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen”, antes citado.
[17] Lorente Acosta, Miguel. “Síndrome de maltrato a la mujer”.  Material didáctico del curso “Sicología jurídica” impartido por el Doctor  Miguel Manuel  Clemente  Díaz, catedrático de la Universidad de la Coruña, España, del 30 de junio al 4 de julio de 2003, en la Escuela de Capacitación Judicial del Consejo Nacional de la Judicatura, El Salvador,  p. 3.
[18] Ibid., p. 6.