martes, 22 de noviembre de 2016

La inmortalidad y la omnipresencia eliminan la existencia por Master Mauricio Manzano

La inmortalidad y la omnipresencia eliminan la existencia



Lic. Mauricio Manzano
Master. En Educación
Docente Titular de Seminario de Graduación de la Universidad Luterana Salvadoreña

El problema de la inmortalidad es más grave que el problema de la muerte, porque si es una condición irreversible, independiente de la voluntad, se convierte en una condena perpetua para la conciencia. Una existencia infinita de la conciencia reclamaría, más bien imploraría, un lapso de descanso en el olvido, la muerte seria entonces el túnel de escape de la prisión de la eternidad.

Para entenderlo debemos imaginarnos lo siguiente, si vemos la película más cómica una vez seguramente nos provocara muchas risas y lo disfrutaremos, si lo vemos de nuevo ya no resultara tan graciosa, y si lo vemos por décima vez ya no nos sorprenderán y habrán perdido toda la comicidad que tenían. Pero si nos obligan a verla mil veces más, no solo no será cómica, sino que se transformara en una tortura.

Ahora imaginemos a alguien que vive cien años, habrá pasado por una serie de experiencias, si vive mil años muchas de ellas serán muy análogas o repetidas, si vive diez mil años, aun mas, un enorme porcentaje de las vivencias diarias serán más de lo mismo, si esto lo hacemos tender hacia el infinito ya no existirán las sorpresas, todo será repetido e insoportablemente tedioso. Este ser pedirá a gritos el exterminio de su conciencia, un descanso de tantas repeticiones absurdas. Por lo tanto la muerte seria su única solución.

Si a la inmortalidad le agregamos la omnipresencia, el hecho de estar en todos los puntos de referencia según la teoría de la relatividad restringida haría que pueda contemplar todos los procesos a diferentes velocidades y por ende todos los tiempos a la vez. En estas condiciones el movimiento desaparecerá por que el mismo se trata de una consecuencia de la percepción limitada de algunos sistemas de referencia, o sea que es un producto de la impotencia de ser finito y que solo se pueda estar en algunos lugares o sistemas de referencia a la vez. Para este ser el universo no sería una película, sino una foto. Existiría en un instante que contendría una eterna indolencia.

La existencia pesa y se va acumulando en el recipiente de la conciencia. Si uno vive una vida demasiado prolongada, cada segundo se transforma en una carga de varias toneladas, imposible de soportar. La vida para un inmortal seria la tragedia de Sísifo con un peso que aumentaría exponencialmente en el tiempo.

Si esto fuera cierto no hay razón alguna porque envidiar al dios judeo-cristiano por su eternidad y omnipresencia. Por otro lado, la muerte de los individuos es necesaria para el cambio, sin cambio, la muerte seria de todo el universo, entendiendo como tal una forma de estatismo absoluto.


La inmortalidad es una condena perpetua de la conciencia y la omnipresencia es una indolencia de la razón finita, tanto sensorial como racional. Si fuéramos inmortales y omnipresentes no seriamos humanos sino dioses, es decir, inexistentes. 

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