La dinámica social. Definición de cambio social. Los agentes del cambio social. Los movimientos sociales.
1. EL CAMBIO SOCIAL
Las comunidades humanas que han poblado la faz de la tierra a lo largo de los tiempos, siempre han estado sometidas a cambios. Éstos, vienen siendo más acentuados cuanto más nos acercamos al momento actual. En efecto, como señala A. Giddens en su afamado manual de Sociología, las formas de vida y las instituciones sociales que caracterizan el mundo moderno son radicalmente diferentes a las del propio pasado reciente. Durante un período de no más de dos o tres siglos, la vida social de los seres humanos se ha visto arrancada de los tipos de orden social en los que la gente había vivido durante cientos de años.
A lo largo de las próximas páginas nos detendremos a caracterizar este fenómeno de los cambios sociales. Hablaremos de los agentes que los producen, de las revoluciones (como ejemplo más claro de cambio social), de las perspectivas de futuro y, para empezar, ofreceremos una definición de los mismos.
2. DEFINICIÓN DE CAMBIO SOCIAL
El cambio social puede definirse como la diferencia observada entre el estado anterior y el posterior en una zona de la realidad social.
Identificar cambios sociales significativos supone poner de manifiesto las modificaciones producidas en las instituciones fundamentales de una sociedad durante un determinado período de tiempo. En toda explicación de un cambio también hay que señalar lo que permanece estable como punto de referencia con el que calibrar las modificaciones.
En lo que se refiere a la sociedad contemporánea, Wilson Moore, ha expuesto las siguientes generalizaciones sobre el cambio social:
o En cualquier sociedad o cultura el cambio social es frecuente o constante.
o Los cambios no están aislados ni temporal ni espacialmente; es decir, los cambios ocurren en cadenas de secuencias y no en crisis “temporales” seguidas por períodos tranquilos de reconstrucción, y las consecuencias suelen reverberar en regiones enteras o virtualmente en todo el mundo.
o El cambio contemporáneo es probable “en todas partes” y sus consecuencias suelen notarse en “cualquier lugar”.
o La proporción de cambio en el mundo contemporáneo que es fruto de la planificación o que procede de las consecuencias secundarias de innovaciones deliberadas es mucho mayor que en épocas anteriores.
o El cambio afecta a una gama mayor de la experiencia humana y a más aspectos funcionales de las sociedades modernas, no porque estas estén más integradas, sino porque virtualmente ningún aspecto de la vida queda fuera de la expectativa del cambio como evento normal.
Por lo demás, cabe señalar que el concepto de cambio social es distinto al de desarrollo y al de progreso. Éstos, son ciertamente fenómenos que pueden darse en una sociedad, si bien actúan como matices del primero. Más concretamente, cabe decir que el progreso tiene lugar cuando el cambio social ha ido acompañado de un incremento en la riqueza cualitativa de la vida social. El desarrollo, por otro lado, se logra cuando el cambio implica un incremento en la dimensión y complejidad del sistema social.
Finalmente, puede añadirse que cuando consideramos un cambio social con suficiente perspectiva, de modo que podemos trazar en él largas líneas dotadas de una cierta dirección, estamos frente a un proceso al que es posible dar el nombre de evolución social.
3. LOS AGENTES DEL CAMBIO SOCIAL
En los últimos dos siglos, ha habido teóricos que han intentado desarrollar una teoría general que explicara la naturaleza del cambio social. Sin embargo, ningún planteamiento monocausal puede explicar la diversidad del desarrollo social humano, que va desde las sociedades de cazadores y recolectores hasta los complejísimos sistemas actuales, pasando por las sociedades de pastores y las civilizaciones tradicionales. Sin embargo, sí podemos identificar los factores que han influido de forma persistente en el cambio social: el medio físico, la organización política y los factores culturales.
3.1. El medio físico.
El medio físico suele influir en el desarrollo de las organizaciones sociales humanas. Donde mejor se aprecia este factor es en las circunstancias medioambientales más extremas, donde las personas deben organizar su forma de vida en función de las condiciones climatológicas. Los habitantes de las regiones polares desarrollan, necesariamente, hábitos y prácticas diferentes a las de aquellos que viven en áreas subtropicales.
Con todo, la influencia directa del medio ambiente sobre el cambio social no es muy grande. Las personas suelen poder desarrollar una considerable capacidad productiva incluso en áreas relativamente inhóspitas. Por tanto, a la hora de explicar el desarrollo social, la insistencia de los evolucionistas en la adaptación al medio es menos útil que las ideas de Marx, quien hacía hincapié en que los seres humanos pocas veces se conforman con adaptarse como los animales a las condiciones que les rodean y que, en vez de aceptar su ámbito tal como es, siempre pretenden dominarlo. Además, no hay duda de que las formas de producción influyen mucho en el grado de cambio social y en su naturaleza, aunque no tienen el impacto primordial que Marx les adjudicaba.
3.2. La organización política.
Un segundo factor que influye considerablemente en el cambio social es el tipo de organización política. Por ejemplo, en las sociedades de cazadores y recolectores esta influencia es mínima, ya que no hay autoridades políticas que puedan movilizar a la comunidad. Sin embargo, en el resto de sociedades, la existencia de organismos políticos diferenciados -jefes, señores, reyes, gobiernos- influye de modo considerable en la trayectoria de desarrollo.
Los sistemas políticos no son, como creía Marx, expresión directa de la organización económica subyacente, ya que pueden existir tipos de orden político bastante diferentes que tengan un modo de producción similar.
El poder militar tuvo un papel fundamental en el establecimiento de la mayoría de los estados tradicionales, y determinó igualmente su pervivencia o expansión. Sin embargo, la relación entre el nivel de producción y la fuerza militar es también indirecta.
3.3. Los factores culturales
Entre éstos se incluyen la religión, los sistemas de comunicación y el liderazgo.
La religión puede ser una fuerza conservadora o innovadora en la vida social. Algunas creencias y prácticas religiosas han supuesto un freno para las transformaciones haciendo hincapié, sobre todo, en la necesidad de respetar los valores y rituales tradicionales. Sin embargo, como Max Weber subrayó, las convicciones religiosas tienen a menudo un papel como movilizadoras de las presiones que son favorables al cambio social.
Otra influencia cultural especialmente importante que afecta a la naturaleza y el ritmo del cambio es la de los sistemas de comunicación. La invención de la escritura, por ejemplo, hizo posible que se mantuvieran archivos, que se incrementara así el control de los recursos materiales y que se desarrollaran organizaciones a gran escala. Además, la escritura alteró la percepción que tenían las personas de la relación entre pasado, presente y futuro.
Las sociedades que escriben mantienen un registro de los acontecimientos del pasado y saben que tienen una historia. El comprender la historia puede favorecer el sentimiento de que existe un movimiento general o una línea de desarrollo en el comportamiento de una sociedad y, por tanto, las personas pueden participar activamente en el progreso de ésta.
En tercer lugar, los líderes individuales también han tenido una gran influencia, dentro del ámbito cultural, en los cambios sociales. Sólo tenemos que pensar en figuras religiosas (como Jesús de Nazaret), en dirigentes políticos o militares (como Julio Cesar), o en innovadores científicos o filosóficos (como Isaac Newton), para darnos cuenta de que ha sido así.
Un líder capaz de impulsar políticas dinámicas, de hacerse con un apoyo masivo o de cambiar radicalmente las formas de pensar preexistentes, puede derribar el poder preestablecido. Sin embargo, los individuos sólo pueden alcanzar posiciones de liderazgo y ser eficaces en lo que hacen si existen condiciones sociales favorables. Por ejemplo, Adolf Hitler logró tomar el poder en Alemania en los años treinta, en parte por las tensiones y crisis que asolaban el país en aquel momento. Lo mismo puede decirse que ocurrió en fecha posterior con Gandhi, el famoso líder pacifista. Éste, logró asegurarse de que se produciría la independencia de la India porque la guerra y otros acontecimientos habían sacudido las instituciones sociales de su país.
4. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Lugar aparte en el plano de los agentes propiciadores del cambio social lo constituyen, en nuestro tiempo, los movimientos sociales. En las sociedades modernas ha existido una amplia variedad de movimientos sociales, unos persistentes y otros transitorios.
Un movimiento social puede definirse como un intento colectivo de luchar por un interés común o de garantizar que se alcanza un objetivo compartido, mediante una acción conjunta, que tiene lugar al margen de la esfera de las instituciones establecidas.
Algunos movimientos sociales son muy reducidos, quizás componiéndose tan solo por unas docenas de miembros; otros pueden incluir a miles o incluso millones de personas. Los hay que llevan a cabo sus actividades respetando las leyes de la sociedad en la que existen, mientras que otros operan de forma ilegal o clandestina.
La línea de separación entre los movimientos sociales y las organizaciones formales se difumina a veces, porque los movimientos bien establecidos adoptan generalmente características burocráticas. Es menos habitual, sin embargo, que una organización se convierta en un movimiento social, como es el caso, por ejemplo, de un partido político al que se ilegaliza y se obliga, por ello, a pasar a la clandestinidad y quizá a convertirse en un movimiento guerrillero.
Algunos movimientos sociales han llegado a deparar el tipo de cambio social más importante que se puede dar: el que llevan consigo las revoluciones. De ellas nos ocuparemos en el siguiente apartado.
5. LAS REVOLUCIONES
La revolución es una forma de guerra -específicamente, de guerra civil- cuyos resultados difieren con mucho de los producidos por otros modos de conflictos sociales impulsores de cambios en las sociedades.
La revolución puede definirse como aquél proceso social de cambio intenso y rápido, que entraña una insurrección armada inicial, y que produce mudanzas sustanciales en la estructura y la cultura de la sociedad que la presencia.
De cuantos disturbios sociales existen, solamente aquellos que provocan cambios drásticos en las relaciones de poder, jerarquía, ideología dominante y otros rasgos de semejante alcance pueden recibir el nombre estricto de revoluciones. Decimos que la conflagración francesa de 1789 fue una revolución porque, tras ella, la burguesía y las clases medias vinieron a predominar en el Estado, la Iglesia perdió mucho poder, surgió una nueva política educativa, comenzó a extenderse la franquicia electoral, y sobre todo, apareció en la vida de Francia la noción nueva de ciudadanía, que se extendería luego a otros países. En contraste con eventos de este calibre, los golpes militares, los pronunciamientos, las abdicaciones, los cambios de gobierno no alteran la naturaleza fundamental de la sociedad y no son revoluciones.
Las revoluciones son fenómenos “totales” que no dejan ninguna zona de la sociedad fuera de su alcance. La mudanza social viene acompañada de transformaciones en los valores, las leyes, la religión, el poder y la técnica, si bien la nueva sociedad no difiere de un modo absoluto de aquella que la vio nacer. Como Tocqueville mostró, la Francia y la Europa posrevolucionarias fueron continuación, y en más de un sentido culminación, de las tendencias desarrolladas por el mundo del Antiguo Régimen. El propio Marx (para quien la revolución era una verdadera mutación más que una secuencia de cambios) entendió que las épocas anteriores a las revoluciones llevaban siempre en su seno la semilla revolucionaria y la lógica irremisible de su propia destrucción futura.
Además de ser fenómenos totales, las revoluciones son, claro está, características de su propia época histórica. Así, la revolución que tuvo lugar en Egipto durante el reinado de Amenhotep IV (1380-1362 a.C.) y que destruyó el poder de la vieja aristocracia de los templos e implantó un monoteísmo universalista, un modo de pensar abstracto en la ley positiva y un arte popular, al tiempo que daba prominencia social a los soldados y gentes humildes, fue esencialmente diferente de la revolución democrática ateniense, plasmada en la legislación de Solón (s. VII-VI a.C.), que abrió las puertas del poder a las clases medias y creó unas condiciones sin precedentes para el progreso del pensamiento secular y racional.
Hemos referido hasta aquí algunas revoluciones concretas, pero, como cada período revolucionario posee ciertas características únicas e irrepetibles, las generalizaciones que hagamos en adelante se referirán tan solo a las modernas, es decir, a aquellas que han tenido lugar desde la revolución puritana de 1640 en Inglaterra.
Las revoluciones modernas tienen lugar cuando concurre un número específico de circunstancias. Si solamente se produce una o varias de ellas diremos que la situación es, a lo sumo, cuasi revolucionaria, lo cual puede llegar a acarrear una grado notable de disturbios y alteraciones, pero no un cambio revolucionario. Para que ocurra una revolución es menester que estén presentes los siguientes factores:
- Antagonismo intenso de clases.
- Frustración de las expectativas económicas crecientes.
- Frustración de las expectativas crecientes de poder y status.
- Incapacidad de las clases dominantes.
- Una fracción de las clases dominantes se une al enemigo.
- La hostilidad de la comunidad intelectual.
- Existencia de mitos revolucionarios.
- Dualidad de poder.
- Existencia de elites y partidos que lleven a cabo movilizaciones sociales.
- Una situación internacional favorable.
6. LOS CAMBIOS ACTUALES Y LAS PERSPECTIVAS DE FUTURO
¿Adónde nos conduce el cambio social hoy en día? ¿Cuáles son las principales tendencias de desarrollo que tienen más posibilidades de influir en nuestra vida en estos comienzos de siglo XXI? Los sociólogos no están de acuerdo sobre las respuestas a estas preguntas que, evidentemente, suponen un considerable grado de especulación. Nos ocuparemos de tres perspectivas distintas: la idea de que estamos viviendo en una sociedad postindustrial; la de que hemos llegado a un período postmoderno, y la teoría de que hemos alcanzado “el fin de la historia”.
6.1. ¿Hacia una sociedad postindustrial?
Algunos observadores han indicado que lo que está ocurriendo hoy en día es la transición a una nueva sociedad que ya no se basará principalmente en la industrialización. Se ha acuñado una gran variedad de términos para describir el nuevo orden social, tales como sociedad de la información, sociedad de servicios... Sin embargo, el término que ha dado en utilizarse con más frecuencia es el de sociedad postindustrial.
Según Daniel Bell, el nuevo orden se distinguiría por un crecimiento de las ocupaciones en el sector de servicios a costa de los empleos que producen bienes materiales.
6.2. La postmodernidad
En los últimos tiempos un buen número de autores han llegado a afirmar que las transformaciones que se están produciendo en la actualidad son mucho más profundas de lo que supone señalar el fin de la era industrial. Lo que se está produciendo es, ni más ni menos, que un movimiento que va más allá de la modernidad, es decir, de las actitudes y formas de vida que se asocian con las sociedades modernas, como la fe en el progreso, en las ventajas de la ciencia y en nuestra capacidad para controlarlo todo.
Los defensores de la postmodernidad se inspiran en idea de que la historia no tiene una forma concreta. Las grandes concepciones de la historia no tienen sentido. El mundo es plural y muy diverso. Todo parece estar fluyendo constantemente.
6.3. Fukuyama y el fin de la historia
Francis Fukuyama sostiene que a raíz de las revoluciones de 1989 en la Europa del Este, de la disolución de la Unión Soviética y del movimiento hacia la democracia multipartidista que se ha producido en otras regiones, las batallas ideológicas del pasado han concluido. El fin de la historia es el fin de las alternativas. Fukuyama defiende que hemos alcanzado “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad”.
Esta tesis, hoy, se hace compatible con el fenómeno en el que cada vez se ven más integradas las sociedades del planeta: la globalización.
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