La calidad en la Enseñanza
Universitaria
Sebastián Rodríguez Espinar
Universidad de Barcelona
El autor nos ofrece una visión panorámica de la
calidad de la enseñanza universitaria a través de este artículo. Sus
aportaciones están encaminadas al logro de una educación superior eficaz y
eficiente tanto para los alumnos, docentes y los recursos que se emplean para su
consecución. De ahí la incorporación de la denominada «evaluación institucional»
de tan actualidad y vigencia en estos últimos tiempos.
Se aboga por una educación basada en la igualdad
de oportunidades para todos en pro de la calidad universitaria entendida como
aptitud para el logro de los objetivos planteados, adecuación al mundo del
mercado laboral, innovación organizativa, satisfacción del usuario, etc.
En definitiva, se trata de buscar el cambio y las
modificaciones necesarias tomando como referente la calidad aunque suponga un
valor añadido a todo lo demás.
La moda y cultura de la calidad
Hablar de calidad en educación ejerce una poderosa atracción en el ámbito
político y social dado que el término calidad permite ser interpretado de
diferente manera por cada persona o grupo y en cada momento o situación
particular. En diversos trabajos (Rodríguez, 1988a, 1988b, 1989, 1991, 1995) he
abordado el tema de la calidad de la educación tanto en la enseñanza
universitaria como no universitaria.
Hace unos años el
prestigioso Le Monde publicaba un artículo firmado por F. Gaussen en el
que se afirmaba: Siempre se ha dicho que el nivel educativo descendía, que la
escuela formaba ineptos y que se imponía una reforma radical. Esta
afirmación cobra especial relieve desde el inicio de los sesenta al abrirse la
carrera de las reformas educativas. En la etapa de generalizado desarrollo
económico se apuesta por la educación como factor de cambio social. Si a los
hechos objetivos unimos que cada generación estima que su formación educativa ha
sido más "seria" que la de la siguiente no ha de sorprender que la reforma
educativa sea una cuestión de permanente actualidad en las últimas décadas.
Por su parte Altbatch
(1986) afirma que los norteamericanos son muy dados a buscar soluciones rápidas
a problemas complejos: todo el mundo es experto en educación puesto que todos la
han conocido (en diferentes niveles), y manifiesta que el interés público por la
calidad de la educación tiene una milla de ancho y una pulgada de hondo. Las
instituciones educativas cambian lentamente y hoy no están sincronizadas con las
orientaciones generales de la sociedad, debiendo ser conscientes de que los
cambios de política educativa tienen que recorrer un largo y complicado camino
hasta que se hacen realidad.
Así mismo, no ha de
olvidarse que hasta hace poco el movimiento por la calidad de la educación
se identificaba con la filosofía de la competitividad, individualismo y elitismo
(perspectiva de la excelencia). Sus partidarios estaban más interesados por el
rendimiento de los alumnos con mayores potencialidades que por los otros, y
aceptaban el hecho de que la búsqueda de la calidad no beneficiara a los que
aprenden más lentamente y con dificultades. El pronóstico de que el S. XXI
promete el poder y empleo a los que hayan acertado a desarrollar mejor sus
facultades intelectuales superiores (capacidad de análisis, síntesis,
evaluación, flexibilidad y creatividad), ha servido de base a propuestas de
reforma que fundamentan la calidad en la adopción de un único programa para
todos los alumnos.
Hemos de reconocer que en la última
década, y por factores externos a la universidad, el tema de la calidad ha
cobrado especial relevancia: era necesario evaluar en qué medida era posible
reducir ciertos costes universitarios dada su escasa contribución a la calidad
de la educación universitaria. Inicialmente el motivo no ha sido una loable
preocupación por la calidad, sino la presión ejercida por la reducción
presupuestaria. Así, las universidades europeas se han tenido que enfrentar con
una situación relativamente nueva: la evaluación institucional.
Otro aspecto de
interés es el de la correspondencia entre calidad de la infraestructura del
edificio universitario y la calidad global de éste. El profesor Fernández
Pérez (1990), con su proverbial discurso, pone el dedo en la llaga de la
calidad de la docencia universitaria y hace la certera reflexión de que la
preocupación por la calidad de la educación universitaria no es sino la lógica
consecuencia de estar en vías de solucionar los graves problemas de
infraestructura que se han padecido en una etapa de masificación
universitaria.
Un contexto de referencia en el análisis de la calidad
Por lo que respecta
a la enseñanza universitaria el tema presenta una mayor complejidad habida
cuenta, entre otras razones, de la no obligatoriedad de la misma y, por tanto,
de una mayor diversidad de metas. En un anterior trabajo (Rodríguez, 1991)
dedicado al análisis del concepto de calidad en la Enseñanza Universitaria y
sus múltiples operativizaciones, apuntábamos que la calidad es un concepto
difícil de definir y asumíamos una tesis ampliamente compartida por los
analistas de la enseñanza superior:
«La calidad
universitaria es un concepto relativo y multidimensional en relación a los
objetivos y actores del sistema universitario. Su análisis debe hacerse en el
contexto de los procesos sociales y políticos en que interaccionan objetivos y
actores».
Educación universitaria de masas. La igualdad de oportunidades
Una serie de hechos
(Vázquez, 1985) ponen de manifiesto el cambio estructural -cualitativo y
cuantitativo- de la población de acceso a la universidad que han producido su
masificación en los países occidentales. Fenómenos como los del acceso de la
mujer, la incorporación de grupos minoritarios (multirraciales, inmigrantes,
mayores de edad), el baby boom (ya pasado), el descenso de la
mortalidad estudiantio fracaso (no siempre se han establecido los
correctos mecanismos de selectividad), el incremento del porcentaje de alumnos
que continúan sus estudios de segundo ciclo, junto con factores como los del
establecimiento de turnos nocturnos o la puesta en marcha de la universidad
abierta, han marcado la fisonomía de esa educación superior de masas. Menos
consistencia puede tener el argumento aducido por algunos políticos de que al
necesitar los alumnos un excesivo número de años para concluir sus estudios
(debido a su bajo rendimiento), las universidades se llenan de repetidores.
Ahora bien, si es
un hecho innegable el incremento absoluto de los estudiantes de enseñanza
superior, no existe la misma evidencia a la hora de establecer el diagnóstico
sobre los resultados obtenidos en cuanto a la política de igualdad de
oportunidades. Valgan estos dos testimonios:
«Los políticos en favor de la igualdad de oportunidades.....
no intentaron resolver la contradicción fundamental que existe entre la
búsqueda de la igualdad en educación y la persistencia de la desigual
distribución del trabajo, la riqueza y el poder» (Kallen, 1987: 229-230)
«Se llegó a la conclusión de
que el sistema educativo no puede actuar como sustituto de las reformas
sociales y económicas. No es posible tener en la educación más igualdad que la
que existe en la sociedad en general» (Husen, 1988:136)
Por otra parte, la
contención de la demanda de enseñanza superior es un tema controvertido, pese
que por parte de algunos estudiosos españoles la posición a adoptar no tiene
duda:
«La contención de la oferta
universitaria no puede ser completa ni indefinida. La razón de ello es muy
simple: la demanda social de educación debe ser considerada a largo plazo
como incontenible, porque no depende sólo del sistema ocupacional. Su impulso
radica tanto en oportunidades ocupacionales, presentes o esperadas, como en
aspiraciones de cultura y de estatus social» (Carabaña, 1984, citando a V.
Pérez Díaz, 1981: Universidad y empleo)
Hace ya algunos
años que el prestigioso profesor sueco Husén (recop. 1988:132), en la Tercera
Conferencia Internacional sobre Educación Superior, al tratar el dilema entre
igualdad y excelencia de la educación superior, afirmaba:
«La educación superior
orientada y relacionada con la investigación está a punto, en algunas
instituciones, de dar paso a una educación superior orientada más
profesionalmente, lo que en la educación de los no licenciados adopta la
forma de un "campo de instrucción".
El crecimiento de la universidad en
función tanto de la cantidad de matriculación durante la transición del
sistema elitista al masivo, como de la diversidad de funciones, ha provocado
tensiones manifiestas dentro de la institución. La tensión más evidente es la
que existe entre la educación universitaria y para la investigación por un
lado y la formación profesionalmente orientada por los no licenciados por el
otro» (p.133)
Se plantea, por tanto, la tensión entre el sistema de
investigación y el de formación de la universidad de masas. Es en éste último
dónde la calidad de la docencia universitaria ha adquirido su máxima
expresión. La salida parece estar en adoptar un punto de vista que permita el
desarrollo hacia una multifuncionalidad de la enseñanza superior, asumiendo
las consecuencias que se derivan en el acceso a la misma. En este sentido, el
Conseller de Educación de la Generalitat de Catalunya , profesor Laporte
(1990:14-15), afirmaba:
«Creo que ahora es
absolutamente inútil oponerse a la masificación a no ser que en este país se
establezcan también vías de enseñanza post-secundaria no universitarias... en
estas circunstancias sólo nos queda un remedio, que es la diversificación
total de la Universidad. Es decir, la Universidad si ha de atender a todos ha
de ser diversa, no todas las universidades han de ser iguales entre ellas ni
todos los centros o estudios que se imparten en la Universidad han de tener el
mismo nivel de exigencia»
La dimensión política: la autonomía como presupuesto de la calidad
En el último tramo
de la década de los ochenta, varios sistemas universitarios occidentales han
estrenado un nuevo marco jurídico (Suecia, Holanda, Gran Bretaña..). Una de
sus notas características ha sido el establecimiento de un modelo de relación
de las universidades con la autoridad gubernamental basado en la autonomía de
aquellas. Un argumento fundamental para la adopción de este marco autonómico
ha sido el de considerar la autonomía como un factor decisivo para el logro de
los objetivos de calidad y progreso de la educación superior de dichos países
(Vroeijenstijn & Acherman, 1990) .
Ahora bien, con excesiva frecuencia el planteamiento de la
autonomía ha estado ligado al modelo de financiación de la Universidad por
parte del Estado, así como al cumplimiento de una serie de requisitos de la
política gubernamental: oferta del número de plazas, criterios de admisión,
oferta de programas educativos, procedimientos de selección y promoción del
profesorado, salarios etc. En definitiva, y como apunta Neave (1987), se está
en el marco de una autonomía condicionada, o autonomía vigilada si queremos
utilizar un adjetivo más familiar a nuestro proceso político y, como
manifiesta Mora (1991), analizar la calidad supone, en muchos casos, entrar en
la obtención y repartición de fondos. En consecuencia, no sólo se planeta un
problema conceptual, sino político, yA que va a afectar al funcionamiento
global de la institución
Las autoridades
políticas, basándose en determinados estudios o informes que ponen de
manifiesto importantes deficiencias (fallos de calidad) del sistema educativo,
consideran, como señala Trow (1987), que las universidades se han convertido
en algo excesivamente importante como para dejarlas solas. Por ello se
emprenden determinadas campañas que reclaman mayor control sobre ellas. Como
ejemplo sirvan los diferentes informes sobre la crisis de la Educación
Superior en los EE.UU. aparecidos en la década de los ochenta.
A pesar de toda
esta problemática, no puede negarse la evidencia de una preocupación política
por la calidad de las instituciones de enseñanza superior. Así se pone de
manifiesto en el Programa sobre la Gestión de los Establecimientos de
Enseñanza Superior que se desarrolla bajo el patrocinio de la O.C.D.E., aunque
con escasa participación de universidades españolas.
Sin entrar en un análisis detallado, la L.R.U. toma en
consideración la filosofía de la autonomía universitaria como factor de mejora
del sistema, cuando considera que la autonomía generará diversificación, y que
esta supuesta variabilidad nos llevará al incremento de la calidad:
«...el sistema de
universidades que resulta de la aplicación progresiva de esta Ley se
caracterizará por una diversificación entre las Universidades, que estimulará,
sin duda, la competencia entre las mismas para alcanzar niveles más altos de
calidad y excelencia, si bien se garantiza una calidad mínima homogénea para
todas las Universidades nacionales». (Preámbulo. LRU.1983)
No es necesario
extenderse en el análisis de los límites de la autonomía universitaria para
concluir que la autonomía universitaria de la L.R.U. también es condicionada,
observándose que los factores de mayor variabilidad en el conjunto de las
universidades norteamericanas, por ejemplo, quedan fijados en nuestro sistema
(acceso alumnos, tasas, selección y salarios profesores, oferta de estudios).
No estaría demás introducir este dato en el momento de que determinados
expertos se obsesionen por la tarea de elaborar modelos de productividad y
ranking de nuestras universidades.
La calidad desde los enfoques evaluativos
Desde la
perspectiva de la universidad como un sistema organizativo (racional, natural
o abierto) el logro de la calidad (rendimiento) está determinado tanto por las
acciones individuales como por la interacción de los individuos con sus
unidades organizativa. Por tanto es totalmente reducionista el aproximarse a
la evaluación de la calidad a través de la evaluación individual de los
agentes. Es necesario un análisis del rendimiento institucional así como de
los factores organizativos y ambientales que contextualicen posibles y
posteriores análisis individuales.
Ahora bien, en el momento que se
acomete el análisis funcional de una institución; es decir, la adecuación del
funcionamiento de la misma a los objetivos, no sólo nos encontramos con
divergencias operativas de los objetivos asumidos, sino también con la falta
de consenso en cuando a los indicadores de logro de los mismos. Por esta
razón, hemos de avanzar en la concreción del marco último definitorio de la
calidad. Esta concreción sólo es posible al adoptar un determinado modelo o
enfoque evaluativo de la calidad en un momento y contexto determinado. La
siguiente proposición cierra el marco en el que abordaremos las múltiples
notas que pueden componer, según las perspectivas adoptadas, el concepto
objeto de estudio.
No se da ni podrá darse una única concepción de la calidad
universitaria. El único posible nivel de concreción será el que se adopte a
partir del enfoque evaluativo desde el que se evalúe dicha calidad.
Mora (1991),
referenciando los trabajos de Georges (1982) y Astin (1985) resume en cinco
enfoques evaluativos la conceptualización de la calidad universitaria:
- La calidad como
reputación
- La calidad como
disponibilidad de recursos
- La calidad a
través de los resultados
- La calidad por
el contenido
- La calidad por
el valor añadido
Calidad universitaria: concepto y dimensiones
Plantear una
aproximación conceptual al término calidad de la educación universitaria es
adentrarse por senderos de indefinición y controversia; no ya sólo por la
inconcreción o relatividad de término calidad, reflejada en la ya conocida y
utilizada cita del filósofo R. Pirsig (2), sino por la dificultad de encontrar
consenso en cuanto a la definición del producto de la educación universitaria.
Por otra parte, y como señalan Os y otros (1987), refugiarse en la dificultad
de la definición no es sino evitar una discusión abierta sobre temas más
concretos. Por ello, y con la advertencia que no daremos solución a la
imprecisión, vaguedad o polisemia del concepto de calidad de la educación
universitaria. nuestro objetivo estriba en aportar unas ideas y reflexiones
que permitan al lector disponer de unos elementos que, al contribuir al
desarrollo de su propio marco conceptual, le faciliten abordar un tratamiento
más complejo del tema. Si esto aconteciera, podría decirse que estas páginas
participarían del concepto más genérico de calidad educativa: conseguir que la
persona sea capaz de acometer tareas cada vez más complejas.
La propia Enciclopedya of
Educational Research señala que toda definición de calidad de la educación
será poco precisa debido a las múltiples acepciones de la misma (calidad en el
acceso, en el producto, en la consecución de metas, en la adecuación de las
acciones a un fin, en la eficiencia, etc.). Los siguientes testimonios,
extraídos de nuestro propio contexto, ahondan en la misma dirección:
«La noción
de "calidad de la enseñanza" constituye uno de esos lugares críticos de toda
investigación de carácter empírico en el que lo que se desea medir o estimar
queda radicalmente definido " a priori" por el instrumento de medida o
estimación por el que se opta». (Fernández Pérez, 1990:17)
Santos (1990:49-50)
señala que «calidad de enseñanza es un tópico que se maneja con pretendida
univocidad». El problema aparece en el momento de precisar en qué consiste la
calidad:
«No puede entenderse la
calidad de la enseñanza de espaldas a las exigencias institucionales,
ideológicas y técnicas, que parten de una concepción de la Universidad, atenta
a la reconstrucción del conocimiento científico, a la investigación de
carácter básico y a la preparación de personas que, desde procedencias
desiguales y expectativas diferentes quieren realizar unos aprendizajes
encaminados a la capacitación profesional y al enriquecimiento personal y
social»
Por otra parte, afirma el profesor Santos, es necesario
plantear una reflexión acerca de si se puede establecer y asumir la igualdad:
calidad de enseñanza igual a calidad del aprendizaje. Con excesivo optimismo
se afirma la relación de calidad entre enseñanza y aprendizaje. Así mismo,
atender a un criterio de calidad cifrado en resultados académicos externos a
la misma universidad no es muy adecuado: «Decir que una Universidad es mejor
que otra porque ha obtenido mejores calificaciones en pruebas homologadas
exteriores, es una afirmación, cuanto menos aventurada» (p.64-65)
Para ello habrá que
tener en cuenta las condiciones de partida, los medios, el contexto, etc. En
definitiva, como apunta De Weert (1990), la calidad no puede hacer exclusiva
referencia a los logros y resultados, sino también a las entradas y a los
procesos.
Las dimensiones intrínseca y extrínseca de la calidad
A pesar de las
múltiples controversias, matizaciones y disquisiciones que sobre el tema de la
calidad (en la enseñanza universitaria) se vienen señalando, hemos de aceptar
que se da un claro consenso en delimitar dos grandes perspectivas, intrínseca
y extrínseca. Casaliz (1991) afirma que hay dos componentes del concepto de
calidad en la enseñanza superior: el acatamiento o respeto a las exigencias
epistemológicas de una ciencia, de una disciplina; es la calidad intrínseca o
perspectiva de la disciplina. La excelencia del conocimiento por el
conocimiento, independientemente de su adecuación al que aprende y su
pertinencia al programa de formación, constituye el referente de calidad. Sólo
expertos en la disciplina pueden emitir juicios sobre dicha calidad. El
acuerdo sobre los estándares de la misma es requisito previo para su
valoración. La dimensión científica basada en las disciplinas (Matemáticas,
Medicina o Sociología, más que en las Áreas de Conocimiento) presenta
diferentes niveles de homogeneidad y, consiguientemente de poder, no ya sólo
en el contexto global de un sistema universitario nacional, sino dentro de una
determinada universidad. Como señala Spaapen (1989) esta dimensión aparece en
la universidad predominantemente al nivel de departamento o grupos de
investigación. En nuestra realidad, tal vez no sea fácil en estos momentos
determinar en qué nivel deberíamos colocar esa dimensión científica:
¿Facultad, Área de conocimiento, Departamento? La prueba evidente de esta
indefinición podemos tenerla tanto en el proceso de elaboración de las
propuestas de nuevos planes de estudio, como en el modelo de evaluación de la
actividad investigadora
La dimensión
extrínseca presenta una mayor diversidad de perspectivas y es, a su vez,
generadora de las controversias más extendidas. Al abordarlas necesariamente
hemos de asumir la ya mencionada tesis de que no se da ni podrá darse una
única conceptualización de la calidad universitaria. El único posible nivel de
concreción será el que se adopte a partir del enfoque evaluativo desde el que
se evalúe dicha calidad.
El modelo y
práctica de la evaluación de la calidad que se adopta, explicita con claridad
las asunciones, expresadas o no, que se tienen sobre la misma. A continuación
presentamos las diferentes perspectivas de la calidad. Nos basamos en trabajos
previos (Rodríguez, 1991, 1995b) así como en las aportaciones de Harvey y
Green (1993) y de la Association of Dutch Polytechnics and Colleges(1993)
La calidad como excepción
- Algo diferente,
exclusivo, de elite. Concepto apodíctico, de apreciación instintiva
- Excelencia o
logro de altos estándares: Centros de excelencia
- Adecuación a los
estándares mínimos preestablecidos (absolutos o relativos)
Esta
conceptualización de la calidad está asociada tanto a la calidad de los
inputs como a la reputación o fama de las instituciones. Dentro de la
filosofía o floclore del ranking, expertos y administraciones, afirma
Astin (1985), han ido a la búsqueda de unos indicadores que alejarán el
subjetivismo presente en las opiniones sobre las mejores universidades
americanas. En el fondo, considera que explicitar tales indicadores no
persigue otra cosa que perpetuar el estado de opinión actual, suministrando al
opinante una información donde seguir sustentando su opinión. En consecuencia,
el concepto de calidad asociado a los recursos o medios, a los productos
elaborados, o a la oferta de estudios a los clientes son matizaciones o
precisiones al concepto globalizador de calidad proyectado por una institución
y en donde el marketing juega también su papel.
Calidad en relación a los recursos o inputs
Cuatro tipos de
recursos son tomados en consideración: profesorado, instalaciones, alumnos y
dinero (3). Comenta Astin (1985, p.38) que podríamos reducir los indicadores
al exclusivo del dinero, pues con éste se pueden comprar los otros tres
(salarios, edificios y equipos, becas). Si se eliminan las instalaciones (por
su evidente relación con los recursos financieros) y se centra la atención en
los otros tres, los análisis ponen de manifiesto la elevada relación que
tienen entre sí así como con los resultados de opinión sobre la calidad. Aún
más duro: los niveles de selectividad constituyen la variable más
significativa. En consecuencia, no es de extrañar que el famoso informe A
Nation at Risk pidiera a las universidad elevar sus niveles de exigencia
en las admisiones como medida directa e inmediata de elevar su calidad.
Si miramos hacia dentro, los siguientes artículos de la LRU no ofrecen lugar a
duda acerca de la adecuación de plantearnos este enfoque de la calidad de la
enseñanza universitaria:
§
Corresponde al Gobierno,
oído el Consejo de Universidades, establecer los procedimientos de selección
para el ingreso en los centros universitarios.(art. 26.1. LRU)
§
El acceso a los centros
universitarios y a sus diversos ciclos de enseñanza estará condicionado por la
capacidad de aquellos, que será determinada por las distintas Universidades,
con arreglo a módulos objetivos establecidos por el Consejo de Universidades.....(art
.26.2. LRU)
§
El Gobierno establecerá
el régimen retributivo del profesorado universitario, que tendrá carácter
uniforme en todas las Universidades. (art. 46.1.LRU)
§
Los créditos tendrán la
consideración de ampliables, excepto en los siguientes casos:
a) El crédito correspondiente a la plantilla
de funcionarios docentes de la Universidad, excluidos los conceptos
retributivos a que alude el apartado dos del artículo cuarenta y seis de la
presente Ley.
b) El crédito correspondiente a
la plantilla de funcionarios no docentes." (art. 55.1.LRU)
Calidad como reputación
En cuanto a la
reputación, Astin, en su trabajo-resumen de 1985, Achieving Educational
Excellence, afirma que puede ser considerado un fenómeno psicológico la
tradición de jerarquización de las instituciones americanas de educación
superior:
«Existe en las mente de los educadores y de muchas personas
legas una serie de creencias compartidas (un tanto folclóricas, si se quiere)
acerca de cuales son la instituciones mejores o de mayor calidad. Este
folclore, el cual constituye la base para la jerarquía institucional en la
educación superior americana, es también la fuente de la calidad como
reputación social. De acuerdo a este punto de vista, la calidad es todo
aquello que la gente cree que es» (p.25)
De los múltiples
trabajos realizados por Astin y colaboradores sobre el tema, se obtienen unas
claras conclusiones :
a) Las quince instituciones (de un
total de tres mil) situadas en la parte superior llevan décadas en dicha
posición .
b) La fiabilidad de los diferentes
ratings realizados por profesores de diferentes instituciones y áreas
es muy alta; la creencia es firme.
c) El folclore de la jerarquización
crea un efecto de halo, pues se mantiene la misma puntuación para aspectos o
programas muy diferentes.
d) Las puntuaciones otorgadas por
los jueces a cada institución están influidas por la familiaridad
(conocimiento) que tenían de éstas.
e) La reputación de los programas
graduados está fuertemente influenciada por el tamaño del programa y de la
institución.
f) Las puntuaciones de
calidad de los diferentes tipos de estudios dentro de una institución
presentan escasa variabilidad.
g) Los ratings
son muy estables a lo largo del tiempo.
h) Los análisis multivariados de
los ratings ponen de manifiesto que las puntuaciones de selectividad en
el acceso, el gasto por alumno y el número de departamentos ofreciendo
doctorados, son las tres variables que ofrecen una más que adecuada estimación
de la puntuación global de calidad obtenida en los estudios a nivel nacional.
i) Los análisis ponen igualmente
de manifiesto que sólo dos dimensiones de la calidad son consideradas por los
jueces: la calidad científica de su profesorado -scholarly excellence of
faculty- y el compromiso con la docencia del profesorado así como su
pedagogía e innovación curricular.
La calidad como aptitud para el logro de objetivos
Nos permite asumir
la diversidad de metas y las adaptaciones a las diferentes realidades
universitarias con la única con condición de ser eficaces. Desde esta
perspectiva puede afirmarse que el elemento característico de la calidad es la
proporción o magnitud de los objetivos alcanzados o, dicho de otra forma, el
grado en que un determinado producto hace lo que se ha propuesto que haga (Westerheijden,
1990). En el caso que nos ocupa, los objetivos de la educación universitaria
no se explicitan o se da un elevado nivel de inconcreción. Así aparece
desprenderse del análisis de los marcos jurídicos en diferentes países
occidentales (Pollit, 1990). Si aceptamos la similitud entre fines y
objetivos, nuestro marco jurídico señalaba (art. 30 de Ley General de
Educación,1970) que la Educación Universitaria tiene por finalidad:
1.- Completar la formación integral
de la juventud, preparar a los profesionales que requiera el país y atender al
perfeccionamiento en ejercicio de los mismos.
2.- Fomentar el progreso cultural,
desarrollar la investigación en todos los niveles con libre objetividad y
formar a científicos y educadores
3.- Contribuir al perfeccionamiento
del sistema educativo nacional, así como al desarrollo social y económico del
país.
Pocos cambios se han producido
art.1.2. Ley de Reforma Universitaria (1983). Son funciones de la universidad
al servicio público de la sociedad:
a) La creación,
desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, de la técnica y de la
cultura.
b) La preparación para el
ejercicio de actividades profesionales que exijan la aplicación de
conocimientos y métodos científicos o para la creación artística.
c) El apoyo científico y técnico al
desarrollo cultural, social y económico tanto nacional como de las Comunidades
Autónomas.
Kurz et al. (1989),
adoptando el marco de referencia del rendimiento de las organizaciones en el
ámbito de la salud, plantean una triple perspectiva (sistema racional, natural
y abierto) desde la que uede conceptualizarse la calidad de una organización.
El primero de ellos, el Sistema racional , enfatiza el logro de objetivos,
poniendo su atención en dos aspectos : la calidad del producto -eficacia- y en
la economía de la producción -eficiencia-. Dentro del continuo de este
sistema, y simplificando, tal vez pudiera hablarse de dos extremos en la
aproximación teórica al concepto de calidad universitaria:
a) El modelo de producción
industrial. En ella se asume que el proceso educativo es un proceso semejante
al de producción industrial, no habiendo razones para establecer diferencias
significativas entre una universidad y una fábrica (Church, 1988). La calidad
universitaria sería semejante a la calidad de los profesionales producidos
para satisfacer las necesidades técnicas del sector productivo y de servicios.
Se asume que pueden especificarse con claridad las especificaciones del
producto, así como contar con un fundamentado modelo explicativo del proceso
de transformación de los inputs (alumnos) en outputs
(graduados).
b) El modelo de desarrollo global de los
elementos personales de la institución universitaria. En ella se asume que la
calidad de una universidad estaría determinada por el valor añadido que
consigue generar en sus alumnos profesores y personal de administración y
servicios, en cuanto a su progreso y desarrollo global como personas. Aunque
esta vía parece ofrecer una positiva prospectiva (Astin, 1985; Miller, 1986),
participa de parte de la problemática planteada en el modelo de producción:
¿cuáles son los ingredientes o dimensiones que definen el desarrollo
personal?. Más adelante intentaremos dar algún tipo de respuesta a estos
interrogantes
Para Kurz et al.
(1989) , la ambigüedad en cuanto a los estándares de deseabilidad del producto
universitario así como el parcial conocimiento que se tiene de las relaciones
causa-efecto en el proceso de producción, hace que la perspectiva racional sea
de dudosa aplicación; sobre todo cuando se adopta como exclusiva o no se tiene
en cuenta el momento de desarrollo en que se encuentra la organización.
La diversa
naturaleza de objetivos asumidos o impuestos a la Universidad es un tema claro
(Cave et al. 1988; De Weert, 1990), así como el hecho de que tradicionalmente
han sido agrupados en tres dimensiones: docencia, investigación y servicios
públicos (extensión universitaria). Si bien con desigual atención y
consecuencias para cada una de ellas: difuso planteamiento de la calidad de la
docencia, atención a la cantidad de la investigación y escasa atención a los
objetivos de extensión y servicios universitarios.
La calidad como eficacia-eficiencia económica
Una doble
definición de calidad basada en los conceptos de eficacia y eficiencia:
Eficacia: todos los alumnos
admitidos alcanzan los objetivos finales del curso/ programa.
Eficiencia:
los objetivos finales del curso/programa se alcanzan con una mínima pérdida
del talento del alumno, utilizando recursos de producción (dinero, tiempo,
edificios, ayudas educativas, personal) con un máximo de eficiencia.
Algunos indicadores
de calidad:
TRAYECTORIA DE LOS
ALUMNOS
1. Tasa de
rendimiento por asignatura
2. Tasa de
rendimiento por curso
3. % de
abandonos, seguimiento de lo que tarda un alumno en finalizar un curso
SALIDA DE ALUMNOS
1. % de graduados
en relación con el número de inscripciones del correspondiente curso escolar.
ENTRADA DE ALUMNOS
1. Experiencia
educativa/profesional previa
2. Requisitos de
admisión
3. Procedimientos
de selección/admisión
4. Programas de
recuperación
METAS
1. Claridad y
concreción de los objetivos finales del curso
CURRICULUM
1. Claridad y concreción de los
objetivos del programa y de los objetivos manifestados por la industria.
2. Correspondencia entre los
objetivos del programa /objetivos manifestados por la industria, con los
objetivos finales del curso. Diseño y elaboración del programa.
3. Relación entre los objetivos del
programa/ objetivos manifestados por la industria y el contenido del programa.
4. Coherencia del programa.
Relación entre el programa y las horas de estudio requeridas para el mismo.
5. Relación con las
calificaciones de los alumnos requeridas en su admisión.
6. Planificación y
temporalización del proceso educativo.
La calidad como adecuación al mercado laboral
- Adecuación en cuanto al volumen
de titulados universitarios necesarios y a su óptima distribución por ámbitos
o sectores productivos (0ferta de estudios y su acceso)
- Adecuación de
los requisitos de formación necesarios a ese mercado laboral
* Relevancia profesional:
alcanzar los requisitos y expectativas del campo (s) profesional (es) para
los que los alumnos son preparados.
* Flexibilidad/ capacidad de
innovación: anticipar/ responder con rapidez a cuestiones
/requerimientos de los clientes y a nuevos avances dentro del campo(s)
profesional (es).
Algunas de las cuestiones a
plantearnos desde esta perspectiva de la calidad serían:
¿Está la institución familiarizada
con los rasgos de las ocupaciones para las que aporta preparación y para los
avances de los campos profesionales?
¿Satisfacen los objetivos finales y
el contenido del programa las necesidades de los campos profesionales y los
desarrollos que les afectan?
¿Son las instituciones estructuras
educativas y organizativas adecuadamente equipadas con el fin de responder con
rapidez suficiente a los nuevos avances de los campos profesionales de los
clientes?
Posee la institución suficientes
mecanismos para estar informada de los nuevos avances en los campos
profesionales e incorporar dicha información a sus programas?
Algunos indicadores
de calidad
TRAYECTORIA DE LOS
ALUMNOS
1. Relevancia de
las calificaciones obtenidas respecto a la práctica profesional
2. Promedio de tiempo entre la
graduación y la obtención del primer empleo en relación a otros cursos
3. Ratio de
alumnos en paro/graduados en relación con cursos similares
4. Satisfacción de
los empleadores/graduados con las cualificaciones obtenidas
METAS
1. Relevancia de las notas finales
del curso con respecto a la práctica profesional
2.
Claridad/concreción de las metas finales
3. Relación de las
metas finales y las cualificaciones profesionales requeridas
4. Concordancia
entre el campo profesional y las metas finales
CURRICULUM
1. Cohesión entre las metas
finales, los objetivos del programa, el trabajo práctico y el contenido del
programa.
2. Relevancia de las metas del
programa /trabajo práctico en relación con la práctica profesional
3. Relevancia de las actividades
estudio/trabajo práctico en relación con el trabajo profesional
4. Proporción de
trabajo práctico
5. Consonancia
entre programación teórica y trabajo práctico
6. Funcionalidad
del programa teórico con respecto a la práctica profesional
7. Preparación
(teórica) para el trabajo práctico
8. Adecuación de la
programación teórica de los cursos.
La calidad como innovación organizativa
La institución
posee la necesaria habilidad para desarrollar e implementar la normativa
necesaria para satisfacer los requisitos / la calidad educativa deseada. La
complejidad de la organización universitaria así como sus diferentes niveles
de gestión entran en relación con lo que hemos llamado los cuatro elementos
del cuadro de la verdad (Rodríguez, 1996): Autonomía, Planificación,
Financiación, Evaluación.
Sin duda alguna el
tema se complica cuando desde el punto de vista del actor social (gobierno,
sociedad o sector productivo), se quieren aunar el objetivo de masas con el de
profesionalización, manteniendo un sistema estructural y de planificación
idéntico al de los años cincuenta. Toma aquí pleno sentido el concepto de
calidad desde la perspectiva de la planificación de los medios del sistema
universitario.
Si la open
university aportó una significativa innovación en la estructura y
funcionamiento de la enseñanza universitaria; en la última década el sistema
presencial, sometido a múltiples presiones (una de ellas la económica), se ha
visto en la necesidad de reestructurar o poner en marcha nuevas formas de
satisfacer la demanda de educación superior de unos nuevos tipos de población.
Los trabajos discutidos en el 29º Seminario del Centro para la Investigación e
Innovación Educativa - O.C.D.E.- apuntan claramente a un continuo incremento
porcentual en el acceso a estudios superiores de grupos de población
diferentes a los graduados en la escuela secundaria. El estudio del ministerio
de educación holandés (Oijen, 1990) pone de manifiesto las consecuencias de
los cambios demográficos y de nuevas demandas en su sistema de educación
superior. En él se apunta la predicción de que en el plazo no superior a 40
años, el 30% de la mano de obra del país tenga educación superior. El título
del seminario (Strategies for university planning meeting the needs of a
new clientele) , dentro del Programme on Institucional Management in
Higher Education de la O.C.D.E., es suficientemente indicador de los
nuevos retos que se le plantean a sistemas universitarios, como el español,
que han permanecido con una anquilosada estructura pese al proceso de
masificación sufrido.
El profesor Stern
(1990), decano de Berkeley, enfatizaba la necesidad de reordenar las
estructuras de planificación y funcionamiento de la universidad para dar
respuestas a: programas especiales para adultos, a programas de estudios
presenciales pero a tiempo partido, o a programas de postgraduados . Un dato
tal vez anecdótico para algunos: en el inicio del curso 87-88, el 41% de los
estudiantes de college americanos lo eran a tiempo partido; el
porcentaje llegaba al 64% en los de estudios graduados. La universidad de
Harvard tenía 14.000 estudiantes en el programa especial de adultos (educación
a distancia + tiempo presencial).
En resumen, la
calidad de un sistema o de una institución de educación superior radica
también en su capacidad de planificar y adecuar recursos a nuevas demandas o
situaciones. La innovación organizativa de nuestra universidades es una más de
las asignaturas pendientes que deberían aprobarse en una muy próxima
convocatoria, pese a lo difícil que será si se sigue dependiendo de otros
órganos de decisión. Dos cuestiones de sumo interés
¿Son la estructura, cultura y
funcionamiento de la institución suficientemente efectivos para alcanzar la
calidad educativa deseada?
¿Posee la
institución suficiente garantía para salvaguardar la calidad en el presente y
en el futuro?
Algunos indicadores
de calidad
NIVEL
ORGANIZATIVO (Estructura de la organización)
1. Procedimiento para la
exploración del desarrollo interno y del ambiente externo
2. Procedimientos para
trasladar la información del exterior a la normativa interna
3. Procedimientos para el
desarrollo/revisión de los programas
4. Calidad de la gestión (estilo)
5. Cooperación / consultas dentro
de la organización
6. Procedimientos para la toma de
decisiones
7. Participación de los profesores
en la toma de decisiones
8. División de tareas y
responsabilidades
NIVEL
ORGANIZATIVO (Cultura de la Organización)
1. Homogeneidad de valores
/visiones
2. Consenso acerca de las
innovaciones deseadas
3. Clima de trabajo. Ambiente
NORMATIVA (Gestión
de los recursos humanos)
1. Normativa de
selección/contratación
2. Orientación de los nuevos
profesores
3. Cohesión entre las actividades
de profesionalización
4. Presupuesto destinado a la
profesionalización
5. Procedimientos para la
evaluación del profesorado
GARANTIA
INTERNA DE LA CALIDAD
1. Claridad/consenso acerca de los
niveles de calidad
2. Coherencia entre las actividades
de evaluación
3. Implicación externa en las
actividades de evaluación
4. Número de innovaciones
(exitosas) en los últimos años
5. Coherencia en los proyectos de
innovación
6. División de responsabilidades en
el control interno de la calidad
La calidad como satisfacción del usuario
Identificada con
los planteamientos de la calidad total, desde esta perspectiva se considera
que el criterio de calidad reside en el grado en que los servicios ofertados
satisfacen los requerimientos y expectativas de los alumnos (potenciales y
presentes). Desde posiciones representativas nos llega su defensa:
El concepto de
calidad en educación superior no es fácil de aprehender, pueden dársele
diferentes significados dependiendo del punto de vista del observador. Las
diferentes partes interesadas hacen diferentes - y legítimas- demandas
educativas. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, el más importante grupo
de interés es el de los estudiantes. Por encima de todo, sus intereses y
necesidades deberían guiar las decisiones sobre las prioridades y evaluación
de la calidad. (Report of the Swedish Higher Education Commission, 1992).
La adopción de este
enfoque representa un verdadero reto para los diferentes agentes de la
intervención educativa: hacer correctamente aquello que ha de hacerse. El
cambio significativo estriba en que es el usuario quien determina lo que ha de
hacerse. Cabe preguntarse, por tanto, ¿quién es el usuario de la enseñanza
universitaria?, ¿quiénes son sus proveedores? Ahora bien, ha constituido
constancia de propósito, por ejemplo en la tradición de la orientación
universitaria, considerar al alumno como el eje de referencia, el usuario por
excelencia., pues él es la materia prima a la vez que productor en el proceso
de aprendizaje. Centremos nuestra atención en esta perspectiva, lugar de
encuentro de calidad educativa y orientación universitaria
Algunos indicadores
de calidad
ENTRADA DE
ALUMNOS
1. Número de alumnos que piden
información, en comparación con cursos similares.
2. Número de alumnos matriculados,
en comparación con cursos similares
3. Procedencia geográfica
4. Motivos de la inscripción
5. Desarrollo/prognosis de la
matriculación estudiantil en relación con el desarrollo demográfico
TRAYECTORIA DE
LOS ALUMNOS
1. % de abandonos
2. Motivos de abandono
prematuro de los estudios
CURRICULUM
1. Posibilidades de
diferenciación/especialización y cursos de media jornada
2. Duración del programa
3. Dureza de los estudios
4. Claridad del programa
5. Relevancia del programa para los
alumnos
6. Libertad del programa
7. Relación con las
características/experiencia de los alumnos
8. Flexibilidad del programa
La calidad como
transformación o “valor añadido”
La educación como
valor añadido (en la medida que produce transformaciones en el alumno)
constituye una de las dimensiones más significativa desde la perspectiva de la
orientación. Como señala Astin (1985), la verdadera calidad de una institución
universitaria radica en su capacidad para lograr el mayor desarrollo posible
de sus miembros (alumnos y profesores); es decir, el conseguir el máximo valor
añadido. Dicho valor añadido es entendido como los diferenciales del grado de
desarrollo intelectual, afectivo, personal y social de los alumnos alcanzado
desde el inicio al final de sus estudios, como el de los profesores (tanto en
su dimensión pedagógica como académica y de productividad científica).
Al asumir un
concepto multidimensional del talento, podrá hablarse de niveles de calidad
diferentes en el desarrollo de cada una de las dimensiones del mismo dentro de
una misma institución; de diferencias de calidad entre dimensiones e
instituciones y, por el contrario, de niveles semejantes de calidad en el
desarrollo de diferentes dimensiones del talento en diferentes instituciones.
El trabajo de Astin
et al. (1984), una investigación realizada bajo los auspicios del Instituto
Nacional de Educación Norteamericano, ha constituido un sólido fundamento a
este enfoque de la calidad de la educación universitaria. El problema radica
en la dificultad de obtener datos precisos sobre cada uno de los objetivos
planteados por esta perspectiva. En dos grandes apartados pueden agruparse
estos objetivos; los que hacen referencia al enriquecimiento del estudiante y
los que persiguen su fortalecimiento como agente activo del proceso educativo.
Para lograr estos últimos es necesario entregar poder a los alumnos para que
puedan influir en su propia transformación. Como ya he puesto de manifiesto
(Rodríguez, 1991), los alumnos, en tantas ocasiones voz silenciosa o actores
pasivos, deben ser protagonistas en el proceso de conceptualizar la calidad
universitaria, o mejor dicho, de explicitar su propia dimensión de calidad. No
habrá de extrañarnos, simplificando, la existencia de discrepancias entre
objetivos del profesorado y del alumnado con respecto a los requisitos y
desarrollo de la actividad académica. El problema en estos momentos es que
sigue estando ausente un serio y sereno debate sobre la dirección de la
Universidad en los albores del siglo XXI. No sería de extrañar que
profesionalización y desarrollo personal y cultural fuesen los dos grandes
objetivos propuestos por estos actores.
La dirección del proceso de transformación
Las características
que debieran definir el producto universitario desde esta perspectiva de la
calidad están sometidas a controversia y crítica de la fiabilidad de su
evaluación. Sin embargo, y pese a estas dificultades, cada vez se asume su
toma en consideración [2]. Diversos autores y organismos están explicitando la
dirección de la transformación. Astin (1985; ACPA, 1994). Esta última en su
manifiesto The Student Learning Imperative: Implications for Students
Affairs señala que la calidad del producto graduado universitario vendrá
determinada por el nivel de logro de:
- Complejas habilidades cognitivas como la reflexión y el
pensamiento crítico.
- Habilidad para aplicar los
conocimientos a problemas prácticos del campo profesional, familiar, personal
y social
- Comprensión y
aprecio de las diferencias humanas.
- Competencias
prácticas como resolución de conflictos, problemas, etc.
- Coherente e integrado sentido de
identidad, autoestima, confianza, integridad,
sensibilidad estética y responsabilidad como ciudadano
- Desarrollar
actitudes, valores, perspectivas y capacidad para un continuo aprendizaje
- Convertirse en
una persona cultivada
- Desarrollar la
madurez emocional, tolerancia, empatía y habilidad de liderazgo.
- Saber evaluar
críticamente lo que se ha aprendido
Es evidente que la
terminología utilizada para expresar los objetivos de la educación
universitaria desde esta la perspectiva está más próxima a una concepción
humanista y holística del estudiante. En consecuencia, la dificultad de
constatar el logro de los objetivos es un reto evaluativo a superar. Pero una
cuestión previa a la posibilidad de evaluar esta concepción de la calidad
sería la de preguntarnos acerca de la aceptación que la misma tiene en los
círculos universitarios y gubernamentales. En el contexto europeo su
aceptación es prácticamente nula. La influencia de la clásica concepción
germana de la universidad para élites, ocupada y preocupada por la exclusiva
dimensión intelectual, ha motivado un olvido claro, pese al proceso de
masificación acaecido, de las nuevas necesidades psicosociales de los alumnos.
En Europa la
definición monolítica de competencias exclusivamente técnicas ha sido una
constante en el discurso de formación hasta el final de la década pasada. Sin
embargo informes como el del IRDAC (1994) señala el error de continuar por ese
camino. Como apunta Echeverría (1993.205) al analizar los efectos de los
cambios de producción y organización sobre las competencias profesionales, y
basándose en diversas fuentes documentales, “la diferencia que puede decidir
una contratación se va a apoyar cada vez más en condiciones intangibles de la
formación, hasta hace poco consideradas poco menos que un adorno - y a veces
un estorbo- en el perfil del candidato“. Al enumerarse algunas de estas
condiciones aparecen:
- Confianza en sí
mismo
- Imaginación
creativa
- Facilidad de
relación con los demás
* Comunicarse
fácilmente
* Saber escuchar
- Iniciativa
(pensar por su cuenta)
- Facilidad de
aprender
Al definir que la
movilidad (como cultura) y polivalencia (como formación) están configurando el
nuevo modo de entender las cualificaciones profesionales, los sistemas
educativos deben centrar su actividad en el desarrollo de determinadas
cualidades personales y en las llamadas destrezas blandas dirigidas a la
integración y a la adaptabilidad al cambio. En definitiva, concluye el autor,
que en vez que la ideología de la producción regule la educación, sea la
ideología educacional la que sirva a la producción (pg. 205)
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